Una conquista del esfuerzo propio

mayo 16, 2008

Recuerdo que un 5 de mayo pero del año de 1981 el primer Secretario del Partido en esta ciudad capital, el Comandante Julio Camacho Aguilera convocó a una reunión con todos aquellos que trabajamos y teníamos distintas opciones y posiciones con relación a la restauración del Centro Histórico de La Habana. Yo diría que este acontecimiento, esta reunión, este debate fue determinante en los acontecimientos inmediatos y futuros, sobre todo a lo que se refiere a ese primer período que va de 1981 a 1994, desde que el Gobierno de Ciudad de La Habana determina crear un pequeño proyecto de 5 años bajo la Dirección de la entidad provincial de la cultura, hasta que el Presidente Comandante en Jefe Fidel Castro determina redactar el decreto ley 143 -que siempre es considerado el documento más avanzado con relación a la preservación del Patrimonio Cultural Material y espiritual de un pueblo- que se hizo por aquellos tiempos. Sus resultados posteriores casi 12 años después dan una idea clara de que efectivamente fue así.
Pero en 1981 la situación era distinta. La olla de grillos que caracteriza muchas veces al mundo intelectual y latinoamericano se había reproducido hasta cierta forma aquí. Una olla de grillos en la cual todos tenían una parte de la razón, y ningunos la razón total, me incluyo, y nos incluimos, dentro de ese grupo de personas. Lo más importante que aportábamos nosotros a este debate era la idea de una estrategia que todavía no teníamos definida. Una estrategia que solo el tiempo demostraría que era llevadera, viable y que podía ayudarlos a solucionar un problema que todavía hoy no hemos solucionado.
En muchas partes del mundo, aún en Cuba y en La Habana, nos felicitan o nos dicen que se ha restaurado La Habana vieja, no está eso muy lejos de ser así. Se ha restaurado una parte y yo diría que una parte que es mayor que San Juan de Puerto Rico periférico, mayor que el Centro Histórico de Trinidad, que el Centro Histórico de Cartagena de Indias -actualmente restaurado-.
Si pudiésemos tomar y reunir en una misma plataforma la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña cuya restauración comenzamos en 1996 y que es hoy la sede habitual de la Feria del Libro y de la Feria del turismo de Cuba, la colocamos al lado del Castillo del Morro, tomamos las excavaciones arqueológicas del sistema de las murallas y colocamos los 90 edificios en que hemos intervenido, entonces no me cabe la menor duda de que hemos logrado un resultado realmente importante. Ese resultado tiene su expresión más noble en todo lo que aprendimos a lo largo del tiempo, que va desde la reunión con el Comandante Camacho en 1981 hasta 1994 y luego hasta la fecha. Resulta una montaña de años en la cual tratamos de encontrar desesperadamente cómo solucionar el gran problema del financiamiento de la restauración. Muchos se preguntan todavía -y me preguntan sobre eso en cualquier parte del mundo- cuánto aportan los organismos internacionales particularmente la UNESCO a esta obra. La respuesta mía es la siguiente: la UNESCO es un organismo de gran prestigio, existen las Naciones Unidas de la cual Cuba fue fundadora, nuestra nación. La UNESCO favoreció el proyecto de la declaración del Centro Histórico partiendo de la Plaza Vieja en 1982 como parte integrante del Patrimonio de la Humanidad, es decir, se inscribió en el índice del Patrimonio Mundial. La UNESCO hizo una aportación importante para la creación del Centro Nacional de Restauración, Conservación y Museología en el convento de Santa Clara. A partir de ese momento se realizaron viajes de expertos, apoyos a determinados eventos, pero Cuba tenía que resolver su propio problema. Si a mí me preguntan sobre eso yo respondo que me alegro, porque no hay cosa que se aprecie más que la que se conquiste con el trabajo y el esfuerzo propio. El Patrimonio es una cosa importantísima, es una cosa extremadamente sensible, quizás está comprendida entre aquellas palabras de Martí cuando hablaba que lo que se abandona por desidia, por olvido, después cuesta infinitos esfuerzos restituirlo esta es una gran verdad, no solamente lo hemos vivido, sino la hemos padecido.
Yo creo que La Habana tiene un papel y un carácter simbólico. La Habana no es solamente una bella ciudad, es el símbolo de una nación, de una opción política y un movimiento que triunfó que es la Revolución, que es la Sociedad, que es el Socialismo. Una Habana destruida, venida a menos, herida en muchos lugares de muerte, no era precisamente el símbolo más agradable y más representativo de todo ello. Se podrían dar sobre eso infinitas explicaciones y más que un programa podía dar un ciclo de conferencias sobre este tema. Pero no es mi objetivo hoy. Mi objetivo es que hemos trabajado arduamente y que desde luego aprendimos aquella lección, una lección que está escrita en nuestra historia. Recuerdo las palabras de Máximo Gómez cuando partió hacia el Occidente en la segunda y gran invasión -de la cual fue junto a Antonio Maceo principal protagonista- en su discurso al ejército que parte le dice: “enemigo que se presente de flanco dejarlo, el que se atraviese entre nosotros arrollarlo sin compasión”.
No se puede perder tiempo en tonterías, esta es la afirmación que hago en cualquier conferencia internacional cuando veo a los que tienen que hacer algo divididos, que si la comisión, que si el grupo de trabajo, que si el comité, que si los notables, que si el patronato y al final se pierde el objetivo. Hace falta un liderazgo, el liderazgo no se impone, surge, el liderazgo no se sostiene por un mandato, ni siquiera por una voluntad política. Se alcanza en una batalla y se alcanza en resultados. Hoy existe un liderazgo para una obra de restauración que tiene un reconocimiento de carácter mundial.
Cuando el año pasado la Organización de Naciones Unidas otorgó el Premio Hábitat con carácter exclusivo y único al Centro Histórico de La Habana, estaba realizando un acto de justicia, y no creo que lo merezcamos todo, pero si considero que hoy los restauradores se ocupan de cosas aquí que en ningún lugar del mundo veo ni escucho. Aquí nosotros debatimos los temas de género, los tratamientos de los minusválidos, la cuestión de la vivienda, la cuestión de los sectores vulnerables de la población incluyendo a los más ancianos. Atendemos la alta discapacidad o la simple, nos ocupamos de darle un contenido cultural a nuestra acción material, quiere decir, una visión integral, humanista, global del problema es la única solución, claro, falta el tema económico. También el decreto ley 143 lo solucionó sabiamente, creando una mecánica que permitiese según las propias palabras del Comandante en Jefe, salvar el Centro Histórico sin venderlo. Esta es precisamente la razón moral y ética de eso que vemos ante nosotros y que atrae a personas de todas partes del mundo, y fundamentalmente a nuestros compatriotas.
He gozado mucho este fin de semana y aún lo haré más en los días venideros de vacaciones escolares cuando miles y miles de familias participen del goce y disfrute de lo que la restauración de La Habana vieja ha significado para ellos. 

La HabanaPatrimonioRestauración

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Historiador de la Ciudad de La Habana 2011
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