Regresa a Cuba uno de sus símbolos más preciosos

enero 4, 2010

Por: Eusebio Leal Spengler


Doctor Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la Asamblea Nacional, representante del Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno, General de Ejército Raúl Castro; Doctor Homero Acosta, Secretario del Consejo de Estado; Doctor Miguel Barnet, Diputado a la Asamblea Nacional y Presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba; Doctor Eduardo Torres Cuevas, Director de la Biblioteca Nacional y Diputado a la Asamblea Nacional; Doctora Margarita Ruiz, Directora del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural; Raida Mara Suárez del Costal, Directora del Patrimonio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana:

Tengo el honor de presentar ante ustedes a Enrique Arturo Antonio Houston Touceda y Sra., así como también a la Doctora Jueza Doña Teresa Sánchez. Se encuentran con nosotros otros invitados, directores de museos y personalidades. Sin duda alguna asistimos hoy a un acto de gran relevancia histórica por el cual regresa a Cuba uno de sus símbolos más preciosos.

En esta sala arde una llama eterna en memoria a todos los sacrificios y sufrimientos que el pueblo cubano pagó por su independencia absoluta. Aquel día de junio de 1849, en la Ciudad de Nueva York, un grupo de personalidades se reunieron para un acto trascendental para la posteridad: el ex-General del Ejercito español nacido en Venezuela Narciso López; su secretario personal, el literato y notabilísimo escritor cubano Cirilo Villaverde; el esclarecido poeta Miguel Teurbe Tolón y su esposa y prima hermana Emilia, del mismo nombre, y también Juan Manuel Macías, el edecán del General López.

Se cuenta, y así ha quedado en testimonio escrito por Cirilo Villaverde, que el General trazó sobre un papel en blanco el diseño de lo que sería la bandera nacional de los cubanos. Necesariamente esta hacía referencia a dos grandes acontecimientos políticos e históricos de su tiempo: la guerra de independencia de los Estados Unidos que hizo nacer su propia bandera, y la bandera de Francia, la Francia insurgente de 1789, del sentido de aquellos tres colores, rojo, azul y blanco: libertad, igualdad y fraternidad.

Inmediatamente que hizo el trazado donde se repetían indudablemente signos que eran muy conocidos a los presentes y la estrella pentagonal ocupó el espacio central del triángulo equilátero, el número cinco evocaría las franjas azules y blancas. Las primeras evocarían los territorios de la Isla de Cuba, Oriente, Occidente y Centro, según su distribución militar. El blanco, la pureza de las ideas; el triángulo de color rojo, la sangre que sería derramada por ellos.

Correspondió a Teurbe Tolón por sus cualidades como dibujante llevarla de manera eficaz al papel. Y su esposa Emilia construir la bandera con cintas de seda y un retazo de tela roja. Una vez que aquel diseño estuvo terminado, una de tamaño heroico fue colocada en la fachada de un periódico norteamericano. Reproducciones viajaron a Nueva Orleáns y otros territorios. Emilia traería dentro de un cojín la suya propia a Matanzas, su tierra, y sería enviada al Camagüey y a los territorios centrales donde sería enarbolada por Isidoro Armenteros y Joaquín de Agueros. Ya nadie podría olvidar estos colores ni estos símbolos. De tal manera, la bandera se convirtió en una leyenda.

Al año siguiente, el 19 de mayo de 1850, la nave Creole, después de haber partido por el Mississippi y llegando a las Islas Mujeres y atravesando hasta Cárdenas, Cuba, desembarcó una expedición de composición múltiple. Es lógico pensar en tan lejana fecha y 18 años antes del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes, las ideas de independencia no tenían el sentido de pureza absoluta que adquiriría con el tiempo. José Martí habló de la sangre con que fue lavada de compromisos iniciales.

Paradójicamente, un año después en 1851 una segunda expedición traería al occidente de Cuba al mismo caudillo capturado víctima de una traición. Aquella bandera fue al patrimonio del ejército español hasta que fue devuelta por real decreto del Rey Alfonso XIII como un sentimiento de reparación al pueblo cubano y de respeto a la República soberana y plena que aspiraban a constituir. Esto luego de la visita a aquel museo militar del General José Miguel Gómez.

La otra bandera llegaría más tarde, en 1916. Elisa, hija de Juan Manuel Macías, la entregó al Presidente de la República de Cuba, General Mario García Menocal, el cual la dio en custodia al prócer José Manuel Sanguily. Definitivamente pasaría a ser posesión de la nación y presidiría la sala del senado de la República. Una tercera bandera se encuentra actualmente en el Museo de la Revolución, ex Palacio Presidencial, y fue traída por el hijo de Cirilo Villaverde, Narciso, en memoria de su padre, el autor de la novela nacional Cecilia Valdés.

La tercera bandera es aquella, arde una llama eterna en ella; inmenso sacrificio coronaron el acto del 10 de Octubre. El libertador fue llamado con razón el Padre de la Patria. Abogado y orador notable, poeta e incansable viajero, consideró necesario que su bandera, conservando los colores y el elemento esencial de la estrella, tuviese un diseño que recuerda al de la bandera de la República de Chile, hechos que aquellos tiempos dictaron esa determinación.

Pero la asamblea solemne del pueblo cubano, celebrada en Guaímaro el 10 de abril de 1869, acordó que la bandera de Cuba sería esta, la antigua, la de Narciso López y Joaquín de Agüero, y que aquella otra quedaría como un tesoro de la Asamblea; presidiría como bien supremo de la República la sala de sus juntas. Así lo determinó la Asamblea Nacional, prácticamente en el acto de constituirse.

Aquella bandera salió de Cuba en tristes circunstancias, viéndose en peligro ya y próximo a la muerte el presidente Céspedes, el Padre de la Patria la mandó a su esposa Ana de Quesada, antepasada del Doctor Alarcón, y ella la trajo a Cuba para ocupar el espacio que le correspondía en la Cámara de Representantes de la República.

En este momento recibimos el símbolo clave. En el triángulo equilátero la estrella mira a la punta del asta, tal y como fue descrita, en el centro el sello de José Manuel Macías que identifica la una y la otra, y la firma con el año 19 de mayo de 1950 en suelo de Cuba.

El Historiador de la Ciudad de La Habana y Presidente de la Comisión Nacional de Monumentos expresa, a nombre de ambas instituciones, su más sentida gratitud al señor Don Enrique Arturo Antonio Houston Touceda por legar a la Sala de las Banderas, en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, sede del Museo de la Ciudad de La Habana, la Enseña Nacional que ha pertenecido a su familia por espacio de 159 años, legada a ella por el vínculo matrimonial de Doña Alicia Macías y Don Antonio Touceda.

A partir de este instante, la bandera cubana pasó de generación en generación como heredad del insigne patriota cubano Coronel Don Juan Manuel Macías, que participó en la reunión celebrada en Nueva York en 1849, en su carácter de amigo y colaborador del General Narciso López, a quien acompañó en la fallida expedición del vapor Creole, que desembarcó en la ciudad de Cárdenas el 19 de mayo de 1850.

Consta que, al retirarse el contingente, ante el fracaso de su empeño, Macías recibió una bandera cubana de manos del Coronel O´Hara, del regimiento Kentucky – que integraba la expedición -, con cuya insignia regresó a los Estados Unidos de Norteamérica, y esta es la tradición que la familia Touceda ha conservado.

Por expresa voluntad de Don Enrique y su esposa Patricia, ambos decidieron traerla a este sitio donde permanecerá expuesta. Aquí se conserva la denominada Primus in Cuba, que fue presentada por vez primera en la ciudad de Nueva York, poco después de su creación, y que fuera donada al Presidente Mario García Menocal en el año 1916 por la señora Doña Alicia Macías de Touceda, hija del patriota Don Juan Manuel Macías. Está también la insignia que fue ocupada a las fuerzas expedicionarias del General López en el descalabro ocurrido no lejos del cafetal de Frías, en Las Pozas, territorio pinareño, luego del desembarco en el Morrillo, a bordo del Pampero en 1851.

El Historiador de la Ciudad de La Habana deja constancia de su gratitud a la memoria de la familia Touceda en la persona de Don Enrique, considerando que con este acto se cierra un capítulo, hasta hoy incluso, de la historia del Patrimonio Nacional de la República de Cuba.

Agradezco profundamente al Presidente de la República, General Presidente Raúl Castro, por la designación recaída en el Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular para representarlo este día y agradezco a todos los funcionarios de la República que intervinieron y a todos los amigos de Cuba.

Quiero en este acto expresar nuestra sincera gratitud a la Dra. Teresa Sánchez, la jueza de California que con entrañable afecto nos visitó con este objetivo. Deseo también agradecer mucho a ti, Joel, y a todos aquellos que contribuyeron desde aquella latitud. También a nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores y a todos aquellos que han puesto sus manos en tan noble proyecto. Deposito reverentemente esta ofrenda floral en memoria de Juan Manuel Macías y de todos aquellos que quisieron la libertad de Cuba de corazón.

Muchas gracias.Doctor Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la Asamblea Nacional, representante del Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno, General de Ejército Raúl Castro; Doctor Homero Acosta, Secretario del Consejo de Estado; Doctor Miguel Barnet, Diputado a la Asamblea Nacional y Presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba; Doctor Eduardo Torres Cuevas, Director de la Biblioteca Nacional y Diputado a la Asamblea Nacional; Doctora Margarita Ruiz, Directora del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural; Raida Mara Suárez del Costal, Directora del Patrimonio de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana:

Tengo el honor de presentar ante ustedes a Enrique Arturo Antonio Houston Touceda y Sra., así como también a la Doctora Jueza Doña Teresa Sánchez. Se encuentran con nosotros otros invitados, directores de museos y personalidades. Sin duda alguna asistimos hoy a un acto de gran relevancia histórica por el cual regresa a Cuba uno de sus símbolos más preciosos. En esta sala arde una llama eterna en memoria a todos los sacrificios y sufrimientos que el pueblo cubano pagó por su independencia absoluta. Aquel día de junio de 1849, en la Ciudad de Nueva Cork, un grupo de personalidades se reunieron para un acto trascendental para la posteridad: el ex-General del Ejercito español nacido en Venezuela Narciso López; su secretario personal, el literato y notabilísimo escritor cubano Cirilo Villaverde; el esclarecido poeta Miguel Teurbe Tolón y su esposa y prima hermana Emilia, del mismo nombre, y también Juan Manuel Macías, el edecán del General López.
Se cuenta, y así ha quedado en testimonio escrito por Cirilo Villaverde, que el General trazó sobre un papel en blanco el diseño de lo que sería la bandera nacional de los cubanos. Necesariamente esta hacía referencia a dos grandes acontecimientos políticos e históricos de su tiempo: la guerra de independencia de los Estados Unidos que hizo nacer su propia bandera, y la bandera de Francia, la Francia insurgente de 1789, del sentido de aquellos tres colores, rojo, azul y blanco: libertad, igualdad y fraternidad. Inmediatamente que hizo el trazado donde se repetían indudablemente signos que eran muy conocidos a los presentes y la estrella pentagonal ocupó el espacio central del triángulo equilátero, el número cinco evocaría las franjas azules y blancas. Las primeras evocarían los territorios de la Isla de Cuba, Oriente, Occidente y Centro, según su distribución militar. El blanco, la pureza de las ideas; el triángulo de color rojo, la sangre que sería derramada por ellos. Correspondió a Teurbe Tolón por sus cualidades como dibujante llevarla de manera eficaz al papel. Y su esposa Emilia construir la bandera con cintas de seda y un retazo de tela roja. Una vez que aquel diseño estuvo terminado, una de tamaño heroico fue colocada en la fachada de un periódico norteamericano. Reproducciones viajaron a Nueva Orleáns y otros territorios. Emilia traería dentro de un cojín la suya propia a Matanzas, su tierra, y sería enviada al Camagüey y a los territorios centrales donde sería enarbolada por Isidoro Armenteros y Joaquín de Agueros. Ya nadie podría olvidar estos colores ni estos símbolos. De tal manera, la bandera se convirtió en una leyenda.
Al año siguiente, el 19 de mayo de 1850, la nave Creole, después de haber partido por el Mississippi y llegando a las Islas Mujeres y atravesando hasta Cárdenas, Cuba, desembarcó una expedición de composición múltiple. Es lógico pensar en tan lejana fecha y 18 años antes del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes, las ideas de independencia no tenían el sentido de pureza absoluta que adquiriría con el tiempo. José Martí habló de la sangre con que fue lavada de compromisos iniciales. Paradójicamente, un año después en 1851 una segunda expedición traería al occidente de Cuba al mismo caudillo capturado víctima de una traición. Aquella bandera fue al patrimonio del ejército español hasta que fue devuelta por real decreto del Rey Alfonso XIII como un sentimiento de reparación al pueblo cubano y de respeto a la República soberana y plena que aspiraban a constituir. Esto luego de la visita a aquel museo militar del General José Miguel Gómez. La otra bandera llegaría más tarde, en 1916. Elisa, hija de Juan Manuel Macías, la entregó al Presidente de la República de Cuba, General Mario García Menocal, el cual la dio en custodia al prócer José Manuel Sanguily. Definitivamente pasaría a ser posesión de la nación y presidiría la sala del senado de la República. Una tercera bandera se encuentra actualmente en el Museo de la Revolución, ex Palacio Presidencial, y fue traída por el hijo de Cirilo Villaverde, Narciso, en memoria de su padre, el autor de la novela nacional “Cecilia Valdés”.
La tercera bandera es aquella, arde una llama eterna en ella; inmenso sacrificio coronaron el acto del 10 de Octubre. El libertador fue llamado con razón el Padre de la Patria. Abogado y orador notable, poeta e incansable viajero, consideró necesario que su bandera, conservando los colores y el elemento esencial de la estrella, tuviese un diseño que recuerda al de la bandera de la República de Chile, hechos que aquellos tiempos dictaron esa determinación. Pero la asamblea solemne del pueblo cubano, celebrada en Guaímaro el 10 de abril de 1869, acordó que la bandera de Cuba sería esta, la antigua, la de Narciso López y Joaquín de Agüero, y que aquella otra quedaría como un tesoro de la Asamblea; presidiría como bien supremo de la República la sala de sus juntas. Así lo determinó la Asamblea Nacional, prácticamente en el acto de constituirse. Aquella bandera salió de Cuba en tristes circunstancias, viéndose en peligro ya y próximo a la muerte el presidente Céspedes, el Padre de la Patria la mandó a su esposa Ana de Quesada, antepasada del Doctor Alarcón, y ella la trajo a Cuba para ocupar el espacio que le correspondía en la Cámara de Representantes de la República.
En este momento recibimos el símbolo clave. En el triángulo equilátero la estrella mira a la punta del asta, tal y como fue descrita, en el centro el sello de José Manuel Macías que identifica la una y la otra, y la firma con el año 19 de mayo de 1950 en suelo de Cuba.
El Historiador de la Ciudad de La Habana y Presidente de la Comisión Nacional de Monumentos expresa, a nombre de ambas instituciones, su más sentida gratitud al señor Don Enrique Arturo Antonio Houston Touceda por legar a la Sala de las Banderas, en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, sede del Museo de la Ciudad de La Habana, la Enseña Nacional que ha pertenecido a su familia por espacio de 159 años, legada a ella por el vínculo matrimonial de Doña Alicia Macías y Don Antonio Touceda.
A partir de este instante, la bandera cubana pasó de generación en generación como heredad del insigne patriota cubano Coronel Don Juan Manuel Macías, que participó en la reunión celebrada en Nueva York en 1849, en su carácter de amigo y colaborador del General Narciso López, a quien acompañó en la fallida expedición del vapor Creole, que desembarcó en la ciudad de Cárdenas el 19 de mayo de 1850.
Consta que, al retirarse el contingente, ante el fracaso de su empeño, Macías recibió una bandera cubana de manos del Coronel O´Hara, del regimiento Kentucky – que integraba la expedición –, con cuya insignia regresó a los Estados Unidos de Norteamérica, y esta es la tradición que la familia Touceda ha conservado.
Por expresa voluntad de Don Enrique y su esposa Patricia, ambos decidieron traerla a este sitio donde permanecerá expuesta. Aquí se conserva la denominada Primus in Cuba, que fue presentada por vez primera en la ciudad de Nueva York, poco después de su creación, y que fuera donada al Presidente Mario García Menocal en el año 1916 por la señora Doña Alicia Macías de Touceda, hija del patriota Don Juan Manuel Macías. Está también la insignia que fue ocupada a las fuerzas expedicionarias del General López en el descalabro ocurrido no lejos del cafetal de Frías, en Las Pozas, territorio pinareño, luego del desembarco en el Morrillo, a bordo del Pampero en 1851.
El Historiador de la Ciudad de La Habana deja constancia de su gratitud a la memoria de la familia Touceda en la persona de Don Enrique, considerando que con este acto se cierra un capítulo, hasta hoy incluso, de la historia del Patrimonio Nacional de la República de Cuba.
Agradezco profundamente al Presidente de la República, General Presidente Raúl Castro, por la designación recaída en el Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular para representarlo este día y agradezco a todos los funcionarios de la República que intervinieron y a todos los amigos de Cuba.
Quiero en este acto expresar nuestra sincera gratitud a la Dra. Teresa Sánchez, la jueza de California que con entrañable afecto nos visitó con este objetivo. Deseo también agradecer mucho a ti, Joel, y a todos aquellos que contribuyeron desde aquella latitud. También a nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores y a todos aquellos que han puesto sus manos en tan noble proyecto. Deposito reverentemente esta ofrenda floral en memoria de Juan Manuel Macías y de todos aquellos que quisieron la libertad de Cuba de corazón.

Muchas gracias.

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