La Habana Vieja: un espacio de respeto

mayo 1, 2005

El bloqueo impuesto por los Estados Unidos a Cuba, desde hace más de cuatro décadas, incluye en su parte política una de las actitudes más crueles contra cualquier país o persona: la del descrédito sistemático. Hace poco anunciaban los líderes de esa política hostil, que Cuba estaba entre los países que practican una persecución religiosa o que restringen libertades religiosas. Sin embargo, construimos este año con toda fuerza la pequeña Catedral Ortodoxa de San Nicolás de Mira, solemnemente inaugurada el 25 de enero de 2004 por el Patriarca Ecuménico Bartolomeo I y el Presidente Cubano Fidel Castro.
Tan sólo en la porción de territorio que ocupa el Centro Histórico, conviven las más variadas órdenes, organizaciones, devociones y cultos religiosos que naturalmente forman parte del sistema sincrético religioso de la nación. El bloqueo afecta también porque lanza calumnias e infamias sobre el nombre de Cuba, que la privan de ayudas y asistencias.
No son pocos los que caen en esa trampa o los que tienen miedo a aproximarse y contribuir y después ser también penalizados, como lo los que se oponen hoy a la guerra irracional contra Irak o Afganistán.
Hay que reconocer también que si no tuviésemos bloqueo tendríamos acceso a instituciones crediticias internacionales, a bancos internacionales que han concedido préstamos a otras ciudades del continente y del mundo que realizan obras de restauración parecidas, y que no pueden hacerlo sólo con su propia liquidez; tienen que hacerlo también con el aporte del Sistema Financiero Internacional. Eso está totalmente bloqueado e inclusive, instituciones norteamericanas tienen, de una manera prácticamente subrepticia, que enviarnos libros y contribuciones de este tipo intelectual declarándolo minuciosamente.
O se les limita para participar en diversos eventos, como los dos grandes congresos que desarrollamos en el Centro Histórico: la Bienal Internacional de Arquitectura y el evento de Patrimonio Cultural, al que asisten personas de todas partes de América Latina y que despierta el interés personal y de diversas fundaciones de Estados Unidos. Todo el turismo que viene a Cuba y viene a La Habana, viene a la Habana Vieja.
Nosotros hemos recibido más de un millón de turistas este año, dentro de ellos, de viajeros de todos los países, a los norteamericanos les interesa mucho Cuba y La Habana, porque aquí encuentran una parte de su historia. Aquí vivieron también sus escritores, sus fotógrafos, sus artistas… Podemos recorrer distintos lugares y percatarnos de la presencia de esas personalidades.
Y cuando ellos redescubren eso o lo descubren, se sienten muy conmovidos.
Pero tienen además una gran ventaja: Cuba y La Habana son ciudades seguras.
Nuestra ciudadanía del Centro Histórico está convencida de los beneficios del turismo, y de su aporte no sólo económico sino también cultural.
Hasta los niños que reciben parte de sus clases en las aulas de nuestros museos hacen una perfecta abstracción cuando los turistas pasan y toman imágenes porque se dan cuenta de que aquí está pasando algo realmente extraordinario para la pedagogía, la educación, la cultura material y monumental, reconocido en innumerables ocasiones por la UNESCO. Se llevan impresiones muy fuertes.
Nuestros hoteles están por lo demás llenos… Pero les diría que lo más interesante no ha sido el año en cuanto a los turistas extranjeros.
La enorme presencia de nuestros compatriotas, a través de la experiencia que dimos en llamar Rutas y andares, rebasa todos los límites concebidos.
Nuestros especialistas deben volcarse en estos meses del verano, llevando a estos grupos de familias completas a visitar centros de restauración que habitualmente no ven ni turistas ni nadie, excavaciones arqueológicas in situ, archivos, depósitos de bibliotecas, cómo se restaura un cuadro, y todo eso ha sido algo maravilloso que me complace sobre manera. Me siento el más feliz de todos los seres humanos cuando veo que el espacio que hemos creado, es un espacio de concordia, un espacio de respeto, un espacio de ínter religiosidad, un espacio de aproximación de personas de distintos credos, de distintas confesiones, de distintas visiones del mundo, y que encuentran en Cuba, en La Habana y en La Habana Vieja, una especie de pequeño micromundo donde se puede vivir y soñar. Nos queda mucho por hacer y siempre se está inconforme con lo que hemos hecho porque tampoco es este el paraíso terrenal y nos equivocaríamos si tratáramos de presentar una imagen ideal, intocable, inalcanzable de algo que es perfectible, de algo en lo que hay que seguir trabajando, tocándolo con las manos, con la imaginación y con la ilusión, todos los días.El bloqueo impuesto por los Estados Unidos a Cuba, desde hace más de cuatro décadas, incluye en su parte política una de las actitudes más crueles contra cualquier país o persona: la del descrédito sistemático. Hace poco anunciaban los líderes de esa política hostil, que Cuba estaba entre los países que practican una persecución religiosa o que restringen libertades religiosas. Sin embargo, construimos este año con toda fuerza la pequeña Catedral Ortodoxa de San Nicolás de Mira, solemnemente inaugurada el 25 de enero de 2004 por el Patriarca Ecuménico Bartolomeo I y el Presidente Cubano Fidel Castro.
Tan sólo en la porción de territorio que ocupa el Centro Histórico, conviven las más variadas órdenes, organizaciones, devociones y cultos religiosos que naturalmente forman parte del sistema sincrético religioso de la nación. El bloqueo afecta también porque lanza calumnias e infamias sobre el nombre de Cuba, que la privan de ayudas y asistencias.
No son pocos los que caen en esa trampa o los que tienen miedo a aproximarse y contribuir y después ser también penalizados, como lo los que se oponen hoy a la guerra irracional contra Irak o Afganistán.
Hay que reconocer también que si no tuviésemos bloqueo tendríamos acceso a instituciones crediticias internacionales, a bancos internacionales que han concedido préstamos a otras ciudades del continente y del mundo que realizan obras de restauración parecidas, y que no pueden hacerlo sólo con su propia liquidez; tienen que hacerlo también con el aporte del Sistema Financiero Internacional. Eso está totalmente bloqueado e inclusive, instituciones norteamericanas tienen, de una manera prácticamente subrepticia, que enviarnos libros y contribuciones de este tipo intelectual declarándolo minuciosamente.
O se les limita para participar en diversos eventos, como los dos grandes congresos que desarrollamos en el Centro Histórico: la Bienal Internacional de Arquitectura y el evento de Patrimonio Cultural, al que asisten personas de todas partes de América Latina y que despierta el interés personal y de diversas fundaciones de Estados Unidos. Todo el turismo que viene a Cuba y viene a La Habana, viene a la Habana Vieja.
Nosotros hemos recibido más de un millón de turistas este año, dentro de ellos, de viajeros de todos los países, a los norteamericanos les interesa mucho Cuba y La Habana, porque aquí encuentran una parte de su historia. Aquí vivieron también sus escritores, sus fotógrafos, sus artistas… Podemos recorrer distintos lugares y percatarnos de la presencia de esas personalidades.
Y cuando ellos redescubren eso o lo descubren, se sienten muy conmovidos.
Pero tienen además una gran ventaja: Cuba y La Habana son ciudades seguras.
Nuestra ciudadanía del Centro Histórico está convencida de los beneficios del turismo, y de su aporte no sólo económico sino también cultural.
Hasta los niños que reciben parte de sus clases en las aulas de nuestros museos hacen una perfecta abstracción cuando los turistas pasan y toman imágenes porque se dan cuenta de que aquí está pasando algo realmente extraordinario para la pedagogía, la educación, la cultura material y monumental, reconocido en innumerables ocasiones por la UNESCO. Se llevan impresiones muy fuertes.
Nuestros hoteles están por lo demás llenos… Pero les diría que lo más interesante no ha sido el año en cuanto a los turistas extranjeros.
La enorme presencia de nuestros compatriotas, a través de la experiencia que dimos en llamar Rutas y andares, rebasa todos los límites concebidos.
Nuestros especialistas deben volcarse en estos meses del verano, llevando a estos grupos de familias completas a visitar centros de restauración que habitualmente no ven ni turistas ni nadie, excavaciones arqueológicas in situ, archivos, depósitos de bibliotecas, cómo se restaura un cuadro, y todo eso ha sido algo maravilloso que me complace sobre manera. Me siento el más feliz de todos los seres humanos cuando veo que el espacio que hemos creado, es un espacio de concordia, un espacio de respeto, un espacio de ínter religiosidad, un espacio de aproximación de personas de distintos credos, de distintas confesiones, de distintas visiones del mundo, y que encuentran en Cuba, en La Habana y en La Habana Vieja, una especie de pequeño micromundo donde se puede vivir y soñar. Nos queda mucho por hacer y siempre se está inconforme con lo que hemos hecho porque tampoco es este el paraíso terrenal y nos equivocaríamos si tratáramos de presentar una imagen ideal, intocable, inalcanzable de algo que es perfectible, de algo en lo que hay que seguir trabajando, tocándolo con las manos, con la imaginación y con la ilusión, todos los días.

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