Eusebio Leal Spengler: la memoria que no puede marchitarse

septiembre 11, 2020

Yoel Lugones y Elaine Caballero Sabugueiro

Foto: Alexis Rodríguez

Foto: Alexis Rodríguez

 

El 11 de septiembre, hace 78 años, nació el cubano más útil de su tiempo, como han llamado al Doctor Eusebio Leal Spengler en diversas ocasiones. Se trata de un día de júbilo, de alegrías, de saber que vino al mundo un hombre capaz de sensibilizar a las mayorías sobre la urgencia de cuidar la historia, el patrimonio, el bien común de la ciudad que habitamos.

La muerte llegó para su cuerpo el 31 de julio de 2020, un momento desolador para Cuba. Hablamos solo de su partida física, porque a nivel de pensamiento, el Historiador de la Ciudad de La Habana permanece aquí, guiándonos en el difícil camino de preservar las tradiciones y la espiritualidad de la otrora villa de San Cristóbal.

En vísperas del año 499 de la capital, considerado el punto de inicio para celebrar los cinco siglos de la urbe, el Maestro Mayor del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, como es costumbre, habló al público justo a la medianoche. Fue su última vuelta a la Ceiba, la última vez que esperó junto a habaneros y cubanos el aniversario de la ciudad que lo acogió como la casa mayor.

Tal vez La Habana sabía desde entonces, que en poco menos de dos años ya no estaría entre nosotros, porque recuerdo la noche del 16 de noviembre del 2018 con un brillo especial, un aire único, una luz conmovedora que resaltó la figura del Doctor Eusebio Leal Spengler, quien evocó una vez más a la antigua villa en la emblemática edificación del Templete: “Habana, nombre exclusivo que no se parece a ninguno, ciudad que comenzó a latir y a existir. Fue así que durante 500 años muchas personas vinieron al pie de ese árbol y en este espacio, en el siglo XVIII, se levantó la columna, que es la que observamos hoy y llena de inscripciones, donde reza que todo caminante debía tener su paso aquí y reverenciar los símbolos de la ciudad, su autoridad y permanencia”.

En su intervención, el Historiador recordó también fechas significativas en ese año, como el 150 aniversario de las luchas por la independencia y los 60 años del triunfo de la Revolución el primero de enero.

Por esa y muchas razones, el Historiador aseguró “esta es una ciudad llena no ya de tradiciones y leyendas que es útil para la literatura y la poesía, es una ciudad que se honra por sus magistrados, con sus médicos, con sus letrados, con todos aquellos que contribuyeron a darle una imagen, con sus arquitectos y constructores, con sus artistas, con sus blancos y negros, con su mulatez, con todo lo que la cultura de síntesis que nosotros representamos supone”.

“No solo vivimos del pan”, explicó Leal ante cientos de personas reunidas para honrar la tradición de pedirle un deseo en la Ceiba y escuchar sus palabras, “vivimos de la belleza. Y esta es la Ciudad Maravilla, que sucedió como título al de Patrimonio de la Humanidad, llena de memorias gloriosas que no pueden ser marchitadas”.

Intelectuales de prestigio tuvieron por cuna la tierra donde dio sus primeros pasos José Martí y otros cubanos valiosos, y así lo recordó el Hijo Ilustre de Santiago de Cuba, reconocimiento otorgado en 2018: “Por sus calles, sus rincones, vivieron todas las grades figuras. Mujeres y hombres que contribuyeron a forjar la Patria y la consideraron como señaló el Apóstol, hijo ilustre de La Habana, Humanidad”.

El deber común

Para el Historiador, defender la ciudad no significaba un compromiso de unos cuantos intelectuales y nada más, sino una misión que involucra a los cubanos por igual, porque la ciudad con sus luces y sombras es un destino cultural memorable o como también decía Leal, “La Habana es un estado de ánimo, del cual nadie queda indiferente”.

 

Foto: Alexis Rodríguez

Foto: Alexis Rodríguez

 

“Debemos comprometernos públicamente todos a hacer lo que esté a nuestro alcance para ennoblecer y engrandecer a La Habana. No es tarea solo nuestra, es tarea de todos. Esa voz tiene que ser escuchada. Tiene que comprometerse cada cual a hacer lo posible para que desaparezcan las vulgaridades y las costumbres antisociales, para que se honren los monumentos y los parques públicos, para que se cuiden las áreas verdes, lo amerita una ciudad que nació a la sombra de un árbol”, explicó.

Un gran proceso de remodelación se realizó para embellecer teatros, centros artísticos y sociales, tiempo antes del esperado 500 aniversario: “Todo lo que hemos podido hacer se ha hecho, en años difíciles. Pero estoy convencido que siempre se puede hacer mucho más. Se pudo, se puede y se podrá”, aseveró.

“Es necesario”, continuó el Historiador, “apartar de nosotros las costumbres que nos desvíen del objetivo principal de nuestro propósito. Es más importante acumular riqueza cultural y riqueza moral que la material. En necesaria esa idea y ese concepto de que tiene que labrarse una sociedad que, en el marco del orden constitucional que hoy discutimos, con la idea social definida de un estado que se pronuncia por las necesidades de todos y no de unos cuantos, se construya sobre esa base un proyecto sostenible, sustentable y digno en el tiempo, que no se hace con palabras, tiene que hacerse con obras y de veras”.

En esa ocasión, el Premio Nacional de Ciencias Sociales (2017) hizo extensivo el mensaje de orgullo y satisfacción de vivir en la capital de Cuba: “Llegue a la memoria de todos los habaneros que ya no están y forman parte de la otra ciudad. Llegue la felicitación a los habaneros que estudian en la Acrópolis de La Habana, su Universidad, aquella donde Fidel afirmó categóricamente que se había hecho revolucionario. Llegue también a los habaneros dispersos por el mundo, porque todos ellos sienten su ciudad como propia y a todos los que estén imbuidos de sincero y profundo patriotismo, que amen su tierra, que amen su árbol, sus piedras y las tumbas de sus antepasados”, finalizó el Doctor Leal Spengler.

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Historiador de la Ciudad de La Habana 2011
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