Eusebio Leal, para no olvidar

agosto 3, 2020

Por: Rachell Cowan Canino

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Foto: Néstor Martí

 

Toda una vida dedicada a la preservación del patrimonio cubano; toda una vida dedicada a la historia de la Patria; toda una vida dedicada a La Habana. Por eso suena a falacia cuando el hombre deja de existir físicamente, cuando las noticias anuncian su muerte en la mañana del último día de julio de 2020.

Recuerdo entonces sus palabras: “Es cierto que todo me ha llevado siempre a La Habana. Han sido realmente muchos años de trabajo y de empeño. No me arrepiento. Si hubiera otra vida que esta que conocemos aquí abajo, mi alma vagará eternamente por La Habana. Ha sido el mejor de mis amores, la mejor de mis pasiones, el mayor de mis desafíos. Realmente no sé por qué siempre vuelvo misteriosamente a ella, en la luz y en el silencio, en la vida y en el sueño”. (Entrevista realizada por Lucía Iglesias Kuntz [UNESCO])

Y pienso que el alma del Doctor Eusebio Leal Spengler está en el Centro Histórico, caminando por las cinco plazas, admirando un legado de más de cincuenta años; pero está también en sus libros, investigaciones, en cada artículo y en su heredada labor de fundar bibliotecas y producir literatura.

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Su intelectualidad está marcada por la oratoria y esa facilidad de convertir palabras en emociones. No fue propiamente un escritor y la mayoría de sus textos son compilaciones de sus discursos y conferencias. Aún así, concibió reliquias como Regresar en el tiempo, Detén el paso caminante, Verba Volant, Fiñes, Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido, La Luz sobre el Espejo, Poesía y Palabra (I y II), Para no Olvidar (I, II y III), Fundada Esperanza, Patria Amada, Bio-Bibliografía (I, II, IIIy IV), Legado y Memoria, Hijo de mi Tiempo y Aeterna Sapientia.

En una entrevista al programa “Ciudad Viva” de la Emisora Habana Radio, en febrero de 2019, a propósito de la Vigésimo Séptima Edición de la Feria Internacional del Libro, dedicada a su obra, confesó que se metía en el tema, estudiaba y leía y reunía bibliografía, imaginaba y pensaba.

De esta manera concibió Carlos Manuel de Céspedes. El Diario Perdido, un enriquecedor aporte a la historiografía cubana. La más reciente edición estuvo dedicada al aniversario 150 del inicio de las guerras de independencia de Cuba, iniciada por Céspedes el 10 de octubre de 1868, y posee documentos inéditos y nuevos textos de referencia, de una obra aparecida por vez primera, en España, en 1992.

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Con este volumen, así como con tantos, el Doctor Leal realizó una monumental y encomiable labor de rescate de la memoria histórica de la nación cubana. Pero no fue tarea fácil. “El primer ejemplar se lo puse en las manos – relata Leal – al Comandante en Jefe Fidel Castro. Me llamó inmediatamente que leyó el Diario, asombrado y maravillado, y me dijo: Hay que publicarlo inmediatamente, íntegro”.

“Aquí aparece el Céspedes humano – afirmó Leal –, con sus debilidades como hombre, con sus penas como ser humano y con su grandeza política que lo lleva, primero, a la desesperación cuando sabe que están conspirando para asesinarlo y entregarlo a sus enemigos y, al mismo tiempo, la decisión, la determinación de quedarse. Como digo en el momento oportuno, los soldados que subieron a buscarlo a San Lorenzo, con el que los llevó como guía a aquel lugar, no le trajeron la muerte, sino una corona de laurel para sus sienes”.

“Es un libro precioso. (…) Lo más importante de todo es que él, Céspedes, es la figura, la clave, la piedra angular del arco, en el cual se sostienen los principios fundamentales de la nación cubana”, concluyó Leal.

La luz sobre el espejo, uno de sus primeros libros, versa sobre la historia y la cultura de la mayor de Las Antillas; como casi toda su obra estos fueron temas recurrentes. Es de esos textos imprescindibles donde, aparte de los hechos, se resguarda la palabra.

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Por su parte en los varios tomos de Para no olvidar, el también Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, testimonia la magna obra de restauración del Centro Histórico de la capital cubana, llevada a cabo, a lo largo de varias décadas, por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

En el primer tomo de la colección se reproducen imágenes de fortalezas, residencias y espacios, pertenecientes al entorno de las cinco grandes plazas de la otrora villa de San Cristóbal de La Habana. Mientras que en el siguiente, las referencias son a calles, casas, parques de la ciudad de intramuros. El tercer compendio continúa la misma línea de restauración.

El cuarto ejemplar comprende obras realizadas desde el año 2010 hasta la actualidad, entre las que figuran la colocación de la estatua ecuestre del Apóstol cubano, la reconstrucción del Pórtico de O´Reilly, la creación del Centro de Referencia para los Adolescentes y del Paseo marítimo flotante, la restauración del Teatro Martí, del Palacio del Marqués de Arcos, de la necrópolis de Colón y del conjunto histórico de Birán (Holguín), así como detalles de algunas de las que se han realizado en los salones del Capitolio Nacional.

En una ocasión, el Doctor Leal confesó que “mi trabajo ha sido perpetuar las fuentes, recoger miles de documentos, libros, objetos; reconstruir piedras. Ese ha sido mi trabajo. Yo no he tenido tiempo para más nada, lo demás fue recogido de la palabra que vuela y eso es lo que entrego a la editorial, y algunos trabajos”.

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Otro de los textos que más cariño le profesó fue Fiñes, en el cual se recogen crónicas publicadas originalmente en el diario Juventud Rebelde durante los años 80 del pasado siglo, y donde el Historiador rememora sus primeros años de vida en La Habana: la llegada de la televisión; el culto a los héroes de la independencia patria inculcado por la escuela y por la familia; el respeto a valores universales como la solidaridad, la honradez y la templanza.

“Fantasías, travesuras, lágrimas y sonrisas; todo ha quedado en la penumbra de esos tiempos idos que, sin embargo, parecen regresar cuando descubro en el rostro anónimo de la multitud los rasgos ya transformados de los que una vez fueron chiquitines de la vecindad que suelo, discretamente, visitar alguna que otra vez”, nos dice Leal en el prólogo de este libro.

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Foto: Alexis Rodríguez

 

También se recuerda Cuba, prendida del alma, en el cual nos conmina a asumir y perpetuar el culto a nuestra tradición ética, a los símbolos nacionales, los padres fundadores, el sentido del deber y de la gratitud… Valores y principios que han de ser irrenunciables, tal y como resalta la contraportada del volumen.

Textos y memorias para reencontrarnos con el caminante de gris que hizo de La Habana su casa y su amor y, por supuesto, para no olvidarlo jamás.

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