Con la estrella en la frente (En agradecimiento a Eusebio Leal Spengler)

septiembre 11, 2020

[…] la raíz, el punto de partida de los sentimientos que podemos llamar cubanos, por sobre etnia y ubicuidad, son de carácter cultural. Quienes han asumido ese legado en su plenitud poseen un signo, aquel que prefiguró Martí en la bella imagen de la estrella que lleva en su frente todo el que sirvió a la patria […].
Eusebio Leal Spengler: “La Patria sana y salva”, en Fundada esperanza, 2003.

Foto: Julio Larramendi

Foto: Julio Larramendi

Hace unos cuantos años, mi Maestro el doctor Francisco Prat Puig me invitó a que lo acompañara al recién abierto museo de la ciudad de La Habana, reconocido como el de los Capitanes Generales. Prat tenía una entrevista con el director de esa institución para organizar un ciclo de conferencias a impartir en el museo. El director, Eusebio Leal, le recibió con grandes muestras de respeto y afecto. Al salir, Prat me dijo: acabas de conocer a un joven que hará “historia”. No se equivocó el Maestro. Hemos sido testigos de una historia personal que por amor al pasado, nacido de un profundo sentimiento de pertenencia, cubanía y servicio, ha quedado fundida en los espacios, calles, edificios, monumentos y vida de la ciudad de La Habana. Hemos asistido al regreso útil de decenas de edificaciones y espacios, tan maltratados por el tiempo y las acciones humanas, que era imposible incubar esperanza de recuperación. La tarea ha sido simplemente colosal. En los textos Para no olvidar, se ofrece testimonio del lamentable estado en que se encontraban las edificaciones salvadas.
Recuerdo haber estado en una ocasión en la Plaza Vieja y ver derrumbarse ante nuestros asombrados ojos el edificio del Santo Ángel. La Plaza Vieja era un gigantesco reto de restauración, en tanto no solamente las edificaciones de su entorno estaban profundamente dañadas sino que en el espacio plaza había sido construido un parqueo soterrado sobre el que se colocó un parque público. Para su salvaguarda se había lanzado una campaña internacional porque era un espacio altamente valioso para La Habana, para la cultura nacional y, en general, para los testimonios urbanos vinculados a la alborada de los tiempos Modernos. La Plaza Vieja fue diseñada por el ingeniero Bartolomé Sánchez en 1559 según los principios del rectángulo áureo, preconizados por el Renacimiento. Es el primer espacio renacentista de América. Por demás, en las centurias siguientes se fabricaron palacetes en su entorno que responden a un nuevo tipo arquitectónico que el Renacimiento propició y el Barroco generalizó.
Foto: Julio Larramendi

Foto: Julio Larramendi

Lo dicho sobre los significados urbano-arquitectónicos e históricos de la Plaza Vieja ilustra la motivación cultural, espiritual, que fundamenta y legitima los esfuerzos por rescatar los testimonios materiales del pasado. No se restaura por que sí, sino por fijar en el tiempo y en el espacio, el significado histórico-cultural que ostentan esos testimonios. Salvarlos por esa sola razón, es razón suficiente, que además justifican las declaraciones de Monumento Nacional y de Patrimonio de la Humanidad con que ha sido distinguido el Centro Histórico Urbano de La Habana Vieja, la zona antes ocupadas por las murallas y el sistema de fortificaciones. Pero las cosas no quedaron en ese punto. Las estructuras restauradas han sido resignificadas mediante el otorgamiento de nuevas funciones, en servicio de las más disimiles necesidades, demandas y aspiraciones de sus pobladores, de los habaneros, de los cubanos y de sus visitantes. Las aristas de la refuncionalización de La Habana Vieja son infinitas en sentido económico, social, cultural y simbólico. Es la expresión fehaciente de que los espacios antiguos se pueden constituir en las áreas más modernas de una ciudad, para la satisfacción de las necesidades de vida y espíritu.
Las edificaciones rescatadas ha sido destinadas a viviendas dignas, centros de estudio para escolares de diferentes niveles, centros de salud para niños con déficits, amparos de adultos mayores e innumerables entidades que revelan la profunda humanidad de la obra realizada en el centro histórico. Se acompaña con las necesarias instalaciones económicas en forma de hoteles, restaurantes, tiendas y demás, de modo que el servicio brindado se constituya en el soporte económico de las acciones sobre la ciudad. “Joyas de la Corona” de este trabajo son las instalaciones culturales que le otorgan nuevo sentido a la vieja urbe, y que responden a las más diversas aristas del quehacer cultural de un pueblo: arte, arqueología, plástica, música, danza, teatro, literatura, ciencia e historia. Acciones que derivan de una excelente gestión para la conservación y revitalización representada por el establecimiento del Plan de Manejo de la Ciudad, instrumento de análisis y estrategia que sostiene el brazo del proyecto que ejecuta, acompañados de un trabajo de promoción y comunicación notables y de una ingente labor por la preparación técnica de los obreros y expertos responsables de la restauración y del trabajo patrimonial en amplio sentido.
Foto: Julio Larramendi

Foto: Julio Larramendi

Para el final de esta sucinta enumeración he dejado dos de las acciones más espirituales de la Oficina del Historiador de La Habana: la primera, la de los museos, archivos y bibliotecas. Son innumerables los objetos del patrimonio nacional custodiados, las obras de arte, los documentos, fotografías, textos, mapas, planos, libros y manuscritos salvados. No sería fácil aceptar la pérdida del libro de Ictiología, del Diccionario Yucayo, de la camisa de Maceo…, es imposible enumerar lo mucho salvado y ponderar lo mucho que importa; la segunda, es la recuperación de los espacios públicos y la restauración o inserción de monumentos de alto significado simbólico (baste mencionar la copia de la escultura ecuestre de Martí) y de tarjas conmemorativas. La ciudad habla: cuenta su historia y la de la nación.
Sé que no existen palabras que puedan dar la medida de las dificultades enfrentadas. Son múltiples las cabezas de dragón cortadas: de financiamiento, técnicas, materiales y de comprensión. Cuando supe que se iba a restaurar el Capitolio Nacional, pensamos que era imposible. Conocíamos de la magnitud del deterioro del edificio. Y ahí está. Por arte de una férrea voluntad, el emblemático edificio recuperó su destino de sede del gobierno nacional. Es una victoria simbólica.
Admirado y querido Maestro: todo cubano se enorgullece de su Obra y de usted. Gracias infinitas por su generosa vida, puesta al servicio de esta causa sin medir costo, ni consecuencias; gracias por existir y fundar legado.

Alicia García Santana

(Tomado del perfil de Facebook de Julio Larramendi)

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