Una Habana desconocida

mayo 15, 2008

Por: Eusebio Leal Spengler

Quisiera recordar que hace algunos años como aparece aquí en estas imágenes, esta casa era una vieja casa cerrada cuando ya no estaba ocupada por sus moradores y cuando había pasado mucho tiempo de que había dejado de ser una casa solariega y antigua de La Habana. Recuerdo también que las humedades y el tiempo trasparentaron en la fachada esas espectaculares pinturas murales que en un determinado momento estaban todas, pudo haber sido una maravilla una prueba irrefutable de una Habana absolutamente desconocida y que en gran medida lo es todavía. Nosotros hace muchísimo tiempo creíamos en esa ciudad que cierta corriente restauradora nos había devuelto, era una ciudad  de piedras descubiertas y no de pinturas murales, de techos carmelitas porque se decía que era lo colonial, y la investigación fue demostrando que la ciudad fue muy alegre y que tuvo muchos colores y que fueron muchas corrientes las que influyeron en ellas. La ingenuidad con que fueron interpretados los códigos del renacimiento aparece en esas fachadas con piedras colocadas, pintadas, simuladas, a veces grabadas antes de ser iluminadas sobre el estuco de las paredes, -y en otras oportunidades con guirnaldas al pie de los techos, otros adornos y figuraciones.
Recuerdo también que hace ya tanto tiempo en la Casa de la Obrapía aparecieron por vez primera aquellas deslumbrantes pinturas interiores que el maestro Mateo Torriente puso al descubierto. También en Tacón 4, donde una habitación era como una especie de pequeña Capilla Sixtina de un arte ingenuo de los primeros años del siglo XVIII., como prueba irrefutable de la composición social de La Habana, de los elementos que la habitaron, de las distintas escenas que el mural repite. Y en Tacón 4, la casa de un Obispo, obra pía de una noble familia antigua habanera, aparecieron ya claramente las influencias de Pompeya y de Murano,  que siendo Rey Carlos III de Nápoles había apoyado para que se cubriese lo que el volcán y su erupción terrible de casi dos milenios había borrado del tiempo.
Y esta casa, la Casa del Marqués de Prado Ameno, es una casa muy bella, y cuyo destino fue salvarse en medio de una ruina que parecía apuntar a todo lo contrario. En las fotos se observan los grandes destrozos que ocurrieron y los grandes peligros que tuvimos de perder esta y otras casas.
En la medida que conocemos con profundidad la arquitectura de La Habana y de Cuba, y yo diría que la arqueología arquitectónica, somos cada vez más exigentes, quiere decir, muchas cosas se pueden hacer mejor, y hay quien dice que la mejor restauración es la que no se hace. Algunos colaboradores han estado recientemente en antigua Guatemala viendo un conjunto monumental aplicado también a la hotelería, del cual hay mucho que aprender, donde se descubre que también el tiempo pinta, también el tiempo restaura y las pátinas del tiempo hay que saber tocarlas y hay que saber permitir que el tiempo hable.
Dicho todo esto quiero hacer el elogio de los trabajadores que hicieron esa labor. Recuerdo que el primer momento le di esa tarea a una joven arquitecta del departamento para que pensara y soñara cómo unir este ambiente al otro, a la casa de aquel rico magnate del siglo XIX, cuyo pórtico de mármol es solamente comparable al del Palacio de los Capitanes Generales, con los atributos del comercio. Y esa casa de los Gómez se pudo finalmente vincular a la de Prado Ameno, una casa del siglo XIX que tendría ahora por un pasadizo, la posibilidad de entrar en un segundo ambiente y en una segunda calle importante, todavía hoy debilitada por la ruina, pero eso será por un espacio breve de tiempo.
En el comienzo de la calle está el Colegio San Gerónimo, tomando toda una manzana. Inmediatamente después lo que fue la casa de la firma comercial azucarera de Julio Lobo Labarrieta con toda su compleja arquitectura, que será también un espacio propio del colegio. Casi inmediatamente después tenemos espacios vacíos, en los cuales podremos hacer algo de nuestro tiempo, con respeto de un testimonio de que la belleza también puede ser interpretada con códigos enteramente nuevos.
Está también la restauración de la Casa Víctor Hugo en la esquina, y ahora muy cerca de aquí una galería de arte contemporánea en un precioso y antiguo espacio comercial, pero falta mucho que hacer, en frente ya todo se alista, y debe apurarse la construcción de este bello Palacio del siglo XVIII, que será una residencia para familias de la tercera edad. Así, guardando los equilibrios en una calle que es totalmente diferente a la de Obispo, que es una calle de comercio. Esta fue una calle de reflexión, esta es la calle de la antigua paleta donde se vendían las obras de los pintores, donde se vendían los aguafuertes, los grabados. Era la calle de la Venecia donde estaban las pinturas, los caballetes y los elementos para los pintores. Fue la calle de la librería económica y de otras librerías donde se podía tener la novedad del pensamiento, y donde adquiríamos la revista El correo de la UNESCO.
Agradezco a los que han hecho posible la restauración de esta casa, a los trabajadores, la Empresa de Restauración de Monumentos, los arquitectos de la Dirección de Arquitectura Patrimonial y los que de una forma u otra han trabajado, al Cabildo por los mobiliarios que realizado con muchos esfuerzos, pero nos queda mucho por hacer. Hace falta que de la Escuela taller surjan los hojalateros que con las fotos en la mano y con los testigos y las piezas de los museos, hagan toda la lamparería que se requiere hacer aquí para que los faroles queden como deben. Es muy importante que todo lo que se coloque, las lámparas de afuera, las cosas que dan un sentido de época, se busquen en los catálogos y en los trabajos cubanos. Cada obra de restauración es un rescate de cubanía. Para Habaguanex es muy importante este hotel, y es muy importante por la exitosa gestión del hotel Florida, que tiene con éste ahora una compensación.
La casa repite el lema porque yo no tenía la certeza de que los Cárdenas tuviesen este lema, pero esta mañana Margarita Suárez, -recordando mi memoria- me trajo el lema: el viejo plato negro hecho en la Cartuja de Pittman y Co. donde aparece el escudo de los Cárdenas asociado a otras familias de La Habana, pero con un mismo lema: “La muerte a menos tenida, da más vida”. Entonces ese lema se aplica a la casa restaurada, que finalmente se ha salvado.
El uso es noble, vienen personas de todas partes del mundo a vivir en este tipo de hoteles que nosotros concebimos, imaginamos, siempre pensándolos a la altura y a la escala de la Ciudad Histórica, no nos hemos equivocado. Hoy se convierte en doctrina para todo el país, pero fue pionera la compañía y pionera la Habana porque si miramos bien, todo el Prado, la calle Monte, la propia Habana interior estaba llena de esos pequeños hoteles como el Isla de Cuba, el Ambos Mundos, el Europa y otros tantos más, donde viajeros de todo el mundo vinieron. No era extraño encontrar en el Telégrafo, a Schliemann después de haber descubierto los tesoros de Troya, o él mismo viviendo en el hotel  Santa Isabel, o a Samuel Hazard describiendo La Habana, las campanas y los sonidos de la ciudad en los carillones de los relojes de los templos, y describiendo desde su balcón la forma de vivir en un lugar que ya en su tiempo había dejado de ser la ilustre casa de los Martínez Campos, para ser el Hotel Santa Isabel. Se quejaba entre comillas – Hazard- que había cucarachas, no había forma en la época quizás de combatirlas tan eficazmente como hoy.
Yo quiero felicitar mucho a todos los que han trabajado sin olvidar, ni omitir a ninguno, a los arquitectos, a los ingenieros, a los que tanto peleé por estos actos para que se conservasen, como estaban los grafitos negros que habían aparecido sobre las piedras de los arcos principales, en paredes que no eran todas de piedras sino de mampostería, pero que en símbolo de grandeza y de importancia se dejaban algunos espacios, y sobre todo lo más importante: el pórtico. El pórtico habanero incluido en el libro maravilloso de los pórticos, el pórtico donde se ha colocado ahora una preciosa imagen del Rocío.
Los Cárdenas de Monte Hermoso, son una familia importante para Cuba. Su escudo son unos lobos que van a la carrera, son los lobos de los Cárdenas, familia importantísima unida por sus mujeres a todos los grandes vínculos cubanos.
Cuando uno toma hoy el camino del mar hacia Matanzas, se van repitiendo los nombres de los pueblos fundados y sobre los cuales los reyes antiguos otorgaron títulos a los primitivos hacendados del azúcar, a los dueños de los cafetales y de los hatos de reces, a los dueños de los navíos que importaban y exportaban a los señores de La Habana. Por eso cuando andamos hacia allá aparecen uno tras otros, Jaruco, Jibacoa,  Real campiña, Real proclamación, Monte Hermoso, son los títulos cubanos, así como cuando andamos al Occidente encontramos otros lugares de Cuba que evocan este poder de clases dominantes, cuya fortuna estaba en el azúcar de caña, riqueza que trajo el esplendor a Cuba. Cuando hoy entramos en el Museo Nacional de Bellas Artes decimos: “grande y poderosa azúcar, trajiste todo esto a Cuba, todas estas grandes pinturas, todo este esplendor”. Cuando hace unos días uno de los más grandes arqueólogos del mundo, entraba en el Museo de Bellas Artes veía el esplendor de la colección greco-romana, egipcia y etrusca, del Conde de Lagunillas, a quien conocimos, Joaquín Gumá y Herrera también Conde de Fernandina.
Recuerdo las palabras del Jefe de la Revolución cuando le explicamos que antes de la victoria en el 59, el Conde había prestado su colección y solamente tenía un requisito que dijera Sala Conde de Lagunilla, y así fue, solo pidió un retrato y no se ha cumplido, aquí debía haber un monumento del conde de Lagunilla por su generosidad.
Efectivamente el azúcar construyó ese esplendor, el azúcar creó el ferrocarril, creó las federaciones de obreros, hizo nacer en el patio del ingenio el teatro visto por Carpentier, hizo nacer el dolor social en aquel poema bello que recordábamos en la juventud, que decía: “Rechinan, rechinan las viejas carretas/ llevando la suerte de Cuba en las cañas”.
Y esa es una gran verdad sin el ingenio no existirían estas casas, ni existiría un Jesús Menéndez, ni existirían tradiciones de lucha de Cuba, todo eso está profundamente unido al azúcar, la esclavitud, la lucha social, el abolicionismo, el pensamiento… todo eso está metido en estas piedras. Por eso este hotel es distinto a todos los demás, y por eso lleva el nombre de la casa, lleva el nombre de los títulos de los que lo hicieron y lo construyeron. Es un homenaje a La Habana. Los arqueólogos están con nosotros, trabajaron sacando debajo de la tierra los testimonios del pasado. Allí están las cosas preciosas muy lindas que pertenecieron quizás una vez a los señores del Prado Ameno, pero también vi a los muchachos sacando las pinturas murales más bellas en la planta alta, las más atrevidas, las más interesantes y desde luego repito, las de la fachada. Muchas gracias a todos, gracias por haber venido felicito a los trabajadores que van a recibir hoy el Hotel, llévenlo bien y tengan esperanzas que muy pronto todo el entorno se modificará, lo que hace falta es que se cumpla el lema: “La muerte a menos tenida, da más vida”.
Muchas gracias. 

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