El Morro habanero: un cíclope encendido

abril 6, 2005

Recorremos hoy el puerto de La Habana y nos enfrentamos a una de las maravillas de La Habana antigua que es un sistema de fortificaciones. Cuando la UNESCO declaró a nuestra Habana Vieja Patrimonio de la Humanidad, no solamente fue al antiguo Centro Histórico delimitado por sus murallas comenzadas ya en el siglo XVII y proyectadas un poco antes; lo hizo también en relación con el sistema de fortificaciones que tienen gran valor y que significaron la protección adicional que otorgaba la Ciudad de La Habana a las flotas comerciales y militares que solían anclar en el puerto. Cuando hoy nos lanzamos al mar en este viaje imaginario en torno a las fortalezas de La Habana, nos encontramos en primer lugar con la gran roca de El Morro. Y ustedes deben conocer que un morro es el hecho geográfico, el peñón, el asiento natural de una monumental fortaleza.
La fortaleza de Los Tres Santos Reyes Magos del Morro.
Todavía hoy es un enigma para los historiadores el por qué de este nombre. Quizás sí se debió a la sucesiva construcción de la fortaleza durante la existencia o gobierno de tres reyes y que de acuerdo a la costumbre se le llamó con un apellido religioso de Los Tres Santos Reyes Magos del Morro.
Así ocurre por ejemplo, con la Fortaleza de Santa Dorotea de la Luna de La Chorrera, más conocida por el pueblo de La Habana como Castillo de la Chorrera o Torreón de la Chorrera, junto al río Almendares.
Pero realmente Santa Dorotea de la Luna de La Chorrera, recibió este nombre por el gobernador de Cuba Don Álvaro de Luna y Sarmiento y Santa Dorotea seguramente por la fecha del calendario en que fue iniciada o terminada la fortaleza.
Exactamente igual se nos ocurre pensar con el Castillo de los Tres Santos Reyes Magos del Morro y pensamos que la capilla de la antigua ciudadela debió contener un retablo en el cual seguramente estuvo la tabla o la advocación de los Reyes Magos, pero hoy esto forma parte también de la leyenda del Castillo.
La realidad es que el pueblo cubano y el mundo entero identifican esta edificación como El Morro. Con su faro como un cíclope encendido cual una lámpara eterna, señala el horizonte de La Habana en la noche. El Morro, sobreviviente glorioso del asalto de los ingleses en 1762 y escenario de la más terca, porfiada y valiente defensa de la ciudad, es el guardián primero de La Habana.
Cuando uno llega a la fortaleza se percata realmente de su grandeza, en lo alto del Baluarte de Texeda, por el nombre del Capitán General Iván de Texeda, escrito en la Plaza de la Catedral y que llegó a La Habana con una poderosa expedición en el año 1789 precisamente con una instrucción especial del monarca de contribuir de una manera eficaz al sostenimiento de la ciudad levantándole un sistema de fortificaciones.
Texeda comenzaría a alzar el Castillo del Morro y le encomendó la obra a un ingeniero militar que había venido especialmente desde Italia: el gran arquitecto y constructor Juan Bautista Antonelli.
Los Antonelli fueron una familia de arquitectos e ingenieros y al parecer, hijo y padre trabajaron en La Habana.
Así se explica que muchos años después todavía este nombre aparezca ligado precisamente al Castillo de La Chorrera y más tarde a las fortificaciones de Cartagena de Indias, la magnífica y preciosa ciudad de Colombia que es también una maravilla del continente americano y quizás la ciudad más parecida a La Habana en esto de sus fortificaciones y de su precioso y magnífico emplazamiento. El Morro de la Habana puede ser recorrido hoy fácilmente.
Si desembarcamos en el pequeño muelle de los franceses al pie de la baterías de fuego rasante, escalamos la escarpada montaña y llegamos a la fortaleza, podemos pasear el interior, ponernos al pie del inmenso faro que aún lleva el nombre de O´Donnell (1844), descender a las bodegas donde se guardaba el aceite de ballena para encender el faro y aún más, recorrer los antiguos emplazamientos y llegar hasta el sitio donde se conserva todavía una pequeña lápida custodiada por granadas que recuerda que Luis de Velasco y el marqués González cayeron allí en agosto de 1762, defendiendo a la Ciudad de la Habana contra sus enemigos.Recorremos hoy el puerto de La Habana y nos enfrentamos a una de las maravillas de La Habana antigua que es un sistema de fortificaciones. Cuando la UNESCO declaró a nuestra Habana Vieja Patrimonio de la Humanidad, no solamente fue al antiguo Centro Histórico delimitado por sus murallas comenzadas ya en el siglo XVII y proyectadas un poco antes; lo hizo también en relación con el sistema de fortificaciones que tienen gran valor y que significaron la protección adicional que otorgaba la Ciudad de La Habana a las flotas comerciales y militares que solían anclar en el puerto. Cuando hoy nos lanzamos al mar en este viaje imaginario en torno a las fortalezas de La Habana, nos encontramos en primer lugar con la gran roca de El Morro. Y ustedes deben conocer que un morro es el hecho geográfico, el peñón, el asiento natural de una monumental fortaleza.
La fortaleza de Los Tres Santos Reyes Magos del Morro.
Todavía hoy es un enigma para los historiadores el por qué de este nombre. Quizás sí se debió a la sucesiva construcción de la fortaleza durante la existencia o gobierno de tres reyes y que de acuerdo a la costumbre se le llamó con un apellido religioso de Los Tres Santos Reyes Magos del Morro.
Así ocurre por ejemplo, con la Fortaleza de Santa Dorotea de la Luna de La Chorrera, más conocida por el pueblo de La Habana como Castillo de la Chorrera o Torreón de la Chorrera, junto al río Almendares.
Pero realmente Santa Dorotea de la Luna de La Chorrera, recibió este nombre por el gobernador de Cuba Don Álvaro de Luna y Sarmiento y Santa Dorotea seguramente por la fecha del calendario en que fue iniciada o terminada la fortaleza.
Exactamente igual se nos ocurre pensar con el Castillo de los Tres Santos Reyes Magos del Morro y pensamos que la capilla de la antigua ciudadela debió contener un retablo en el cual seguramente estuvo la tabla o la advocación de los Reyes Magos, pero hoy esto forma parte también de la leyenda del Castillo.
La realidad es que el pueblo cubano y el mundo entero identifican esta edificación como El Morro. Con su faro como un cíclope encendido cual una lámpara eterna, señala el horizonte de La Habana en la noche. El Morro, sobreviviente glorioso del asalto de los ingleses en 1762 y escenario de la más terca, porfiada y valiente defensa de la ciudad, es el guardián primero de La Habana.
Cuando uno llega a la fortaleza se percata realmente de su grandeza, en lo alto del Baluarte de Texeda, por el nombre del Capitán General Iván de Texeda, escrito en la Plaza de la Catedral y que llegó a La Habana con una poderosa expedición en el año 1789 precisamente con una instrucción especial del monarca de contribuir de una manera eficaz al sostenimiento de la ciudad levantándole un sistema de fortificaciones.
Texeda comenzaría a alzar el Castillo del Morro y le encomendó la obra a un ingeniero militar que había venido especialmente desde Italia: el gran arquitecto y constructor Juan Bautista Antonelli.
Los Antonelli fueron una familia de arquitectos e ingenieros y al parecer, hijo y padre trabajaron en La Habana.
Así se explica que muchos años después todavía este nombre aparezca ligado precisamente al Castillo de La Chorrera y más tarde a las fortificaciones de Cartagena de Indias, la magnífica y preciosa ciudad de Colombia que es también una maravilla del continente americano y quizás la ciudad más parecida a La Habana en esto de sus fortificaciones y de su precioso y magnífico emplazamiento. El Morro de la Habana puede ser recorrido hoy fácilmente.
Si desembarcamos en el pequeño muelle de los franceses al pie de la baterías de fuego rasante, escalamos la escarpada montaña y llegamos a la fortaleza, podemos pasear el interior, ponernos al pie del inmenso faro que aún lleva el nombre de O´Donnell (1844), descender a las bodegas donde se guardaba el aceite de ballena para encender el faro y aún más, recorrer los antiguos emplazamientos y llegar hasta el sitio donde se conserva todavía una pequeña lápida custodiada por granadas que recuerda que Luis de Velasco y el marqués González cayeron allí en agosto de 1762, defendiendo a la Ciudad de la Habana contra sus enemigos.

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