Cultura en los barrios

mayo 6, 2005

 

Me parece que es conveniente decirles que nos sentimos todos, ustedes y nosotros, satisfechos de ver cómo nuestra gente y fundamentalmente nuestra comunidad va tomando cada día más una conciencia de su papel protagónico, va tomando cada día más conciencia de la importancia que tiene preservar su memoria, sus signos de identidad, sus rasgos dentro de la ciudad y dentro del país, y es que cada municipio y cada barrio tiene sus características.
Nosotros, claro está, no hablamos solo para la Habana Vieja.
Les hablo a ustedes y les hablo también a los vecinos de toda la ciudad; les hablo a los habitantes de todos los barrios, ahora que es indispensable meditar en la importancia que tiene esa cultura barrial, ese amor por el pequeño pedazo de tierra que alimenta la condición humana y que alimenta el espíritu, el carácter y la personalidad de cada uno de nosotros.
Y es que nacer en 10 de Octubre, en La Víbora, en Santos Suárez, en Arroyo Naranjo, es que venir de Marianao, de la Lisa, de Centro Habana, de Playa, del Vedado, es en cada caso una aportación al concepto común que tenemos de la ciudad como riqueza.
Y es que es La Habana ciudad bella y misteriosa para muchos, porque llegan a la capital de Cuba y se sorprenden con su arquitectura, con sus monumentos, con el carácter de su gente, con nuestra forma de vivir; debemos darle a esto un sentido orgánico y debemos tratar por todas las vías de que este concepto, de que este sentimiento se extienda con mucha fuerza.
Fue muy lindo en el municipio de nuestra vieja Habana, Centro Histórico, la celebración de la asamblea solemne del Poder Popular.
Lo bello que tuvo fue las ofrendas presentadas por las distintas ciudades de Cuba; ahí vino la maravillosa artesanía ofrecida por el presidente de Baracoa, las masas capitulares ofrecidas por Puerto Príncipe, Camagüey, el bellísimo cuadro ofrecido por Cienfuegos, el recuerdo traído por Granma.
Cada cual trajo lo suyo, y estos regalos que eran ofrendas al 480 aniversario, eran también tributo de ciudades de Cuba que tienen a lo largo de todo el país, de toda la gran isla una personalidad propia, muy propia: unos traían una llave, otros un escudo, otros una llama, otros un objeto, un medallón con un grabado; así Trinidad, Sancti Spíritus, todo era representativo de una heráldica que nace de la historia; los escudos, los símbolos, eran un sentimiento de la historia; las masas de plata de Camagüey, los escudos de Baracoa, la llama de Bayamo, todo esto representaba rasgos de identidad, y para poder conocer y para poder saber qué significa cada cosa tendríamos que indagar en la historia.
Las bellas masas se han conservado como un tesoro muy parecidas a las de La Habana en Santa María de Puerto Príncipe, y después de mucho debate la ciudad determina que ellas sean el símbolo de la ciudad.
Baracoa viene con su escudo primigenio, y es que a la ciudad de Baracoa le corresponden en Cuba todas las primacías porque es ella la primera de las ciudades de Cuba, y una llama nos trae Bayamo evocando el incendio patriótico, evocando el fuego que sumó, que representó la determinación del pueblo bayamés de destruir lo más amado que era su ciudad para preservar precisamente la identidad nacional que en ella estaba contenida y que se iba a desbordar en una acción magnifica a partir del llamamiento de Carlos Manuel de Céspedes.
Todo esto, queridos amigos de La Habana, nos sirve para meditar en la importancia que tienen los símbolos y atributos, e incluso para las instituciones.
Por ejemplo, la Universidad de La Habana, cuando celebra un acto en su Aula Magna, está poniendo en valor sus atributos; cuando se celebra en alguna de las organizaciones políticas o profesionales se está valorando la importancia que tiene este sentido colegial, seamos médicos, periodistas, abogados, ingenieros o arquitectos; cuando la celebran los campesinos en torno a la tierra o a un hecho histórico estamos también abonando y fertilizando una tierra mucho más importante que es la de la memoria colectiva.
Es por eso que al concluir los festejos de La Habana yo hago un llamamiento muy profundo a estudiar nuestra historia.
Todos tenemos que estudiar la historia, explicarnos cada cosa.
Me alegra muchísimo ver la cantidad de padres, abuelos y mamás que andan por La Habana levantando el dedo y explicando qué es un castillo, qué es la pared de los estudiantes del 71, qué es el monumento de Céspedes, niños que vienen alborotados a dar un beso, niños que envían un saludo, niños que escriben, que dibujan, que leen y que escuchan nuestros programas.Me parece que es conveniente decirles que nos sentimos todos, ustedes y nosotros, satisfechos de ver cómo nuestra gente y fundamentalmente nuestra comunidad va tomando cada día más una conciencia de su papel protagónico, va tomando cada día más conciencia de la importancia que tiene preservar su memoria, sus signos de identidad, sus rasgos dentro de la ciudad y dentro del país, y es que cada municipio y cada barrio tiene sus características.
Nosotros, claro está, no hablamos solo para la Habana Vieja.
Les hablo a ustedes y les hablo también a los vecinos de toda la ciudad; les hablo a los habitantes de todos los barrios, ahora que es indispensable meditar en la importancia que tiene esa cultura barrial, ese amor por el pequeño pedazo de tierra que alimenta la condición humana y que alimenta el espíritu, el carácter y la personalidad de cada uno de nosotros.
Y es que nacer en 10 de Octubre, en La Víbora, en Santos Suárez, en Arroyo Naranjo, es que venir de Marianao, de la Lisa, de Centro Habana, de Playa, del Vedado, es en cada caso una aportación al concepto común que tenemos de la ciudad como riqueza.
Y es que es La Habana ciudad bella y misteriosa para muchos, porque llegan a la capital de Cuba y se sorprenden con su arquitectura, con sus monumentos, con el carácter de su gente, con nuestra forma de vivir; debemos darle a esto un sentido orgánico y debemos tratar por todas las vías de que este concepto, de que este sentimiento se extienda con mucha fuerza.
Fue muy lindo en el municipio de nuestra vieja Habana, Centro Histórico, la celebración de la asamblea solemne del Poder Popular.
Lo bello que tuvo fue las ofrendas presentadas por las distintas ciudades de Cuba; ahí vino la maravillosa artesanía ofrecida por el presidente de Baracoa, las masas capitulares ofrecidas por Puerto Príncipe, Camagüey, el bellísimo cuadro ofrecido por Cienfuegos, el recuerdo traído por Granma.
Cada cual trajo lo suyo, y estos regalos que eran ofrendas al 480 aniversario, eran también tributo de ciudades de Cuba que tienen a lo largo de todo el país, de toda la gran isla una personalidad propia, muy propia: unos traían una llave, otros un escudo, otros una llama, otros un objeto, un medallón con un grabado; así Trinidad, Sancti Spíritus, todo era representativo de una heráldica que nace de la historia; los escudos, los símbolos, eran un sentimiento de la historia; las masas de plata de Camagüey, los escudos de Baracoa, la llama de Bayamo, todo esto representaba rasgos de identidad, y para poder conocer y para poder saber qué significa cada cosa tendríamos que indagar en la historia.
Las bellas masas se han conservado como un tesoro muy parecidas a las de La Habana en Santa María de Puerto Príncipe, y después de mucho debate la ciudad determina que ellas sean el símbolo de la ciudad.
Baracoa viene con su escudo primigenio, y es que a la ciudad de Baracoa le corresponden en Cuba todas las primacías porque es ella la primera de las ciudades de Cuba, y una llama nos trae Bayamo evocando el incendio patriótico, evocando el fuego que sumó, que representó la determinación del pueblo bayamés de destruir lo más amado que era su ciudad para preservar precisamente la identidad nacional que en ella estaba contenida y que se iba a desbordar en una acción magnifica a partir del llamamiento de Carlos Manuel de Céspedes.
Todo esto, queridos amigos de La Habana, nos sirve para meditar en la importancia que tienen los símbolos y atributos, e incluso para las instituciones.
Por ejemplo, la Universidad de La Habana, cuando celebra un acto en su Aula Magna, está poniendo en valor sus atributos; cuando se celebra en alguna de las organizaciones políticas o profesionales se está valorando la importancia que tiene este sentido colegial, seamos médicos, periodistas, abogados, ingenieros o arquitectos; cuando la celebran los campesinos en torno a la tierra o a un hecho histórico estamos también abonando y fertilizando una tierra mucho más importante que es la de la memoria colectiva.
Es por eso que al concluir los festejos de La Habana yo hago un llamamiento muy profundo a estudiar nuestra historia.
Todos tenemos que estudiar la historia, explicarnos cada cosa.
Me alegra muchísimo ver la cantidad de padres, abuelos y mamás que andan por La Habana levantando el dedo y explicando qué es un castillo, qué es la pared de los estudiantes del 71, qué es el monumento de Céspedes, niños que vienen alborotados a dar un beso, niños que envían un saludo, niños que escriben, que dibujan, que leen y que escuchan nuestros programas.

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