La Celia que conocí

mayo 12, 2018

Por: Thays Roque Arce

 

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La Sala Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba acogió este viernes un encuentro en homenaje a la eterna revolucionaria Celia Sánchez Manduley. El aniversario 98 de su nacimiento fue celebrado por amigos, familiares y colaboradores en un acto que devino coloquio, tertulia poética, presentación literaria, todo cuanto permita revivir los recuerdos de quien fue arrebatada de la vida muy pronto.

El Historiador de la Ciudad de La Habana, el Doctor Eusebio Leal Spengler, fue convocado a la cita para hablar de la “Celia que conocí”, frase que utilizó para iniciar su intervención. “Fui beneficiario de su cariño”, confesó: “la conocí personalmente tarde, si se quiere, en 1964. Celia había sentado ya en la vida pública cubana, en la vida y obra de Fidel, su propia impronta”.

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Junto a Leal, la escritora Eugenia Palomares y Miguel Barnet, presidente de la UNEAC

“Eran años de convulsión, de creación de pasión ilimitada”, confesó el Historiador y recordó que era entonces cuando se encaminada la restauración del Palacio de los Capitanes Generales como Museo de la Ciudad. El edificio “era Alcaldía de La Habana, y como tal, en unas épicas jornadas de lucha contra el burocratismo, la dirección de la Revolución decidió que algunos edificios importantes pasaran a ser escuelas, museos, centros superiores, que los lugareños abandonaran posesiones que podían ser consideradas de valor arquitectónico y monumental”.

Ese mismo burocratismo puso trabas en el camino del joven revolucionario, como en muchos otros que entregaron a la obra revolucionaria todas sus fuerzas. “Un amigo me hizo llegar a ella como la figura que podía extenderme una mano generosa”, reconoció quien lleva ya 50 años de trabajo incansable en la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

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Leal Spengler recordó, con la claridad de los grandes oradores,  el día que visitó el apartamento de Celia  en la calle 11 del Vedado – lugar de reunión para amigos, intelectuales, patriotas, familia de sangre y adopción –. “La impresión que me causó fue de sorpresa, por su sencillez, su marcado acento oriental y por todas sus costumbres (…) Su carácter y sus posibilidades excepcionales de poder decir ‘sí’ cuando otras personas habían dicho ‘no’, o ‘no puede ser’, ella podía”.

La confianza depositada por Celia Sánchez en el joven Leal se manifestó en la entrega  a la Oficina del Historiador y al Museo de la Ciudad del archivo completo de Máximo Gómez, e incluido entre algunas de  sus pertenecías, el machete curvo obsequio de la emigración cubana en los Estados Unidos al Generalísimo.

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Fue ella quien incitó la creación de una Sala de las Banderas en el Museo de la Ciudad, en el año del centenario del inicio de las luchas por la independencia de Cuba, en 1968. Esa había sido la gran tarea que encomendó Leal cuatro años antes y la que le permitió percibir que en ese joven activo podía depositar su confianza.

Conocerla significó para Leal Spengler relacionarse con el resto de esa generación que hizo posible el 1ro de enero de 1959, con excepción, confesó, de Ernesto “Che Guevara” y Camilo Cienfuegos. Llegó a través de ella su primer contacto con Fidel.

“Celia y La Habana. No era habanera, su corazón estaba en la tierra que adoraba y amaba: Manzanillo. Cuánto le debe a ella La Habana”, recordó Leal Spengler con las obras del Jardín Botánico de La Habana, El Coppelia, el Parque Lenin, la reforma del Palacio de las Convenciones…”.

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“Era profundamente cespediana”, un pensamiento fraguado en el seno del hogar, por su padre. “La familia fue importantísima en su formación humana, patriótica y martiana”, dijo el Historiador. Confesó siempre admirar de ella su cuidado por la memoria histórica, los papeles de Martí y su reivindicación de la figura de Gonzalo de Quesada, albacea de José Martí y gran defensor de su obra.

Un ejemplo de ello es “el archivo al cual dedicó tanto esfuerzo, transformado aquel banco que era un depósito de dinero en un depósito de memoria histórica”, aseguró el Leal Spengler.

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“El espíritu de Celia, lo que ella significó, es indispensable. Era la sencillez y la autoridad, la tranquilidad a pesar de ese enorme poder, el detalle, preocuparse de cosas increíbles”. Fue una fundadora. “Era el alma de Fidel en ese nivel de detalles (…) Fue omnipresente en nuestras vidas aun en el ámbito personal. No quería morir, consideraba indispensable vivir para hacer y construir. En todos dejó una huella indeleble”.

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El encuentro sirvió de pretexto para presentar el texto Celia, mi mejor regalo, de Eugenia Palomares Ferrales. La novela autobiográfica narra la historia de quien fuera madrina de bautizo de Palomares en la Sierra Maestra, y de crianza en La Habana. Lleno de relatos y anécdotas revela la personalidad única de la guerrillera, y la vida íntima y sensible de la mujer, la madre, la amiga que fue para muchos.

Celia, mi mejor regalo continúa la historia que inició la autora con la anterior entrega, Bajo el Sol de la Sierra, donde reconstruye la vida de su padre Pastor Palomares, quien murió con 20 años en 1957, al servicio de la Revolución.

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El título salió a la luz bajo el sello editorial Verde Olivo

El apasionante suceso de su nacimiento en una cueva cerca de La Plata marca el inicio de una vida cobijada por los miembros del Ejército Rebeldes, hasta su bautizo por parte Celia en las lomas, accionar común de la manzanillera con los niños de la zona, especialmente los huérfanos de los combatientes y los campesinos muertos a causa de la embestida del ejército de Batista.

Con ocho años, “la niña de Palomares”, como le llamaban Celia y Fidel, se traslada a La Habana para vivir con su madrina y tener así la oportunidad de estudiar y desarrollar todas sus capacidades. Una vida muy distinta de haberse quedado en las lomas de la Sierra donde apenas entonces había llegado la luz eléctrica.

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Eugenia Palomares, autora del libro “Celia, mi mejor regalo”

Así comienza la historia que cuenta Mi mejor regalo. Con estas memorias conoce el lector a Celia Sánchez, y aunque a través del prisma de Eugenia, la lectura ayuda a completar el personaje que decisivamente lo dio todo por la Revolución, para conocer a la mujer que continuó con ese objetivo hasta su muerte.

Quedan las memorias escritas, y las de los hombres, para mantener vivo el recuerdo del alma de la Revolución Cubana en cuerpo de mujer. El año 2020 marca su centenario. Ríndase justeza a su memoria, todos los días.

Celia Sánchez ManduleyCubaCulturaEusebio Leal SpenglerUNEAC

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