Eusebio Leal: andanzas de La Habana en París

febrero 23, 2009

París, (PL) Abrumado por los elogios, Eusebio Leal tiene la certeza de que su energía positiva nace de los resultados, y el reconocimiento se basa en el entusiasmo colectivo, a partir de un proyecto con nombre cubano llamado La Habana Vieja.
Faltaban las palabras adecuadas para calificar el premio añadido,  pero Leal, doctor en Ciencias Históricas, Master en Estudios sobre América Latina, el Caribe y Cuba, y especialista en Ciencias  Arqueológicas, hallaba la respuesta precisa.
Al recibir la Medalla del Decenio Mundial del Desarrollo Cultural de la UNESCO, se congratulaba de un éxito que no dudó en calificar de colectivo.
Lo que Cuba sea, seremos nosotros, recalcó en entrevista  exclusiva con Prensa Latina al reflexionar sobre el futuro de la Oficina del Historiador de La Habana que dirige actualmente.
Nuestro éxito radica, por encima de cualquier consideración, en la voluntad política que han mostrado a lo largo de los años nuestros dirigentes, y también del tesón y el denuedo del pueblo cubano,  puntualizó.
Vino a París a añadir otra condecoración a su trayectoria y sobre todo a impartir una Conferencia Magistral que cautivó a un amplio y diverso auditorio en la sede de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
No creo que sea menos este honor a ningún otro recibido, sobre todo por el lugar, el día y mi propio tiempo de vida, lo cual significa llegar a un determinado punto del camino -comentó.
Una vez en sus largos y prolongados baños de agua hirviente para mitigar su fatiga y enfermedad, Napoleón Bonaparte escuchó a su ministro pedirle la Legión de Honor para un colaborador cercano que había ayudado notablemente al ejército, explicó.
«Dadle todo privilegio, cualquier cosa que pida, pero la Legión nunca», añadió.
Y para mí es muy importante llegar a este día, porque el diálogo entre las culturas, el encuentro de las civilizaciones en un mundo tan complejo que nos tocó vivir, bien amerita este momento, destacó el doctor Leal.
Su siempre desbordante optimismo, la crisis económica internacional y el golpe brutal de tres huracanes a finales de 2008 que afectaron severamente a la Isla demandan sus comentarios.
Hemos vivido en este último medio siglo crisis perennes frente a las corrientes anticubanas, frente a la naturaleza: desde el Flora (ciclón de los años 60) hasta los más recientes embates de la naturaleza, señaló.
Estamos preparados y tenemos sangre fría para enfrentar las cosas. El optimismo nace de los resultados, de esas abuelas, niños y jóvenes que nos dan las gracias por lo hecho. Es un agradecimiento colectivo, para tantos héroes anónimos, agregó.
Siempre digo como San Pablo, primero para los nuestros, luego para los demás. Los primeros destinatarios de la obra son los cubanos, nunca he creído que sean los turistas, argumentó.
Apreciamos a los turistas, porque en su mayoría son personas que rompen el aislamiento de Cuba, vienen de todo el mundo y ofrecen un valor económico. Pero ante todo, mi pensamiento es político, sentenció.
La defensa de la utopía, la vinculación de antiguos museos y palacios a la población, la tragedia de la Palma Real, escudo de la República, y su devastación en el Valle de Viñales tras los huracanes.
El optimismo siempre es la poesía que invade el ambiente, como repitiera, para sembrar tres o cuatro veces la cantidad que existía de palmas reales, la mística de las plazas, el terror al fuego y su alianza indisoluble con los bomberos.
De lo humano y lo divino, con un orgullo contagioso al hablar de jóvenes inmersos en las empresas restauradoras, obras consagradas a la sociedad, a personas discapacitadas, de la tercera edad y sobre todo a los niños, en el amor a la ciudad.
La insatisfacción que me invade es lo que queda por hacer. Me habría encantando el Vedado, el Cerro o 10 de Octubre (tres barrios habaneros), con valores históricos monumentales. Pero la necesidad me ha obligado a centrarme en un propósito, dijo.
Todo eso conlleva un dolor, el dolor de que muchas cosas se perderán o no las veré. Sin embargo, creo en los muchos jóvenes que se interesan en la restauración, que tienen ya oficios, enfatizó.
El mundo en crisis, las guerras que no terminan y en medio de tantas vicisitudes, el Patrimonio de la Humanidad. Para un hombre tan consagrado al tema la idea no es nada agradable.
El patrimonio afronta ese gran desafío. Aunque no sea satisfactoria la comparación, necesita, al igual que las guerras, de dinero y más dinero. No solamente entusiasmo.
Hacen falta recursos y economía, y lógicamente los más pobres, sobre cuyas espaldas recae el peso de la crisis, que poseen un rico patrimonio, perderán un tiempo precioso en la paciente  labor de conservar el suyo, concluyó.

Tomado de Prensa Latina 

Oficina del HistoriadorPatrimonioRestauraciónUNESCO

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