Una apasionante lectura

abril 27, 2012

Creo que es un momento muy importante, sobre todo para los autores, porque ellos sienten la satisfacción de que algo que se escribe se pueda dar a la imprenta, al stand, que se haga además con belleza y con aquellas ilustraciones que resultan indispensables para un acercamiento más intenso a la obra y a lo que a ellos nos han querido decir. En este sentido el libro abarca una etapa fundacional, es una historia inconclusa en la que nos faltarían etapas superiores en que el tema evoluciona y llega hasta nosotros pero como en toda obra constructiva, histórica, literaria, lo más importante son los fundamentos; en este caso, las fuentes y cómo se produce la implantación en el continente americano a partir de los viajes de Colón y de la conquista posterior al descubrimiento o al reconocimiento del continente en este caso del Caribe y particularmente de esto que podríamos llamar el Mediterráneo americano, donde las islas en el primer tiempo van a jugar un papel determinante: la Isla española y lógicamente la isla de Cuba; de hecho el primer Santiago es Santiago de los Caballeros, y el segundo es Santiago de Cuba. Santiago tiene un gran valor simbólico en estos acontecimientos porque es el símbolo de una victoria militar y una victoria de las ideas de la cristiandad peninsular, que se han consumado entre enero y febrero de 1492 cuando en lo alto de la torre del homenaje en el corazón de Granada, en el Alcázar se coloca el Pabellón de los Reyes Católicos. Antes, un poco antes, relativamente poco antes en el campamento militar de Santa Fe, la reina personalmente había suscrito los documentos que le daban las facultades y precedencias al almirante; y es precisamente en nombre de los reyes que Colón realiza su viaje. Lo más importante es el viaje de regreso que cambió la historia del mundo. Es probable, casi cierto ya, Antonio Bachiller y Morales en el siglo XIX dedica un importante examen a las pesquisas de los viajes de los vikingos noruegos al extremo norte del Continente. La iglesia conocía y quizás cayó la existencia de esas tierras más allá; incluso creó un obispado sobre los cristianos normandos conversos, pero aquello no trascendió. Son sólo hoy ruinas absolutamente, sin que tuviese importancia trascendente para la historia. En realidad lo que cambió esa historia fue el viaje de regreso.

La Isla de Cuba, como sabemos, pudo ser por una diferencia de pocos grados el objetivo esencial del viaje; pero entre ella y el mar la pequeña Isla de Guananí se reservó el privilegio del encuentro, del encuentro con toda su carga simbólica y con todas sus consecuencias. El primer espejo roto se entrega allí, la primera espada que cortó una mano fue allí, es el comienzo con ese espejo roto de lo que llamaríamos hoy el intercambio desigual. Esa cortada o esa herida es el símbolo de los Jinetes del Apocalipsis que vinieron sobre las culturas americanas: el fuego, el acero, el caballo, la pólvora y también un idioma. Un idioma nuevo que va a tener un enorme valor para la unidad futura de lo que llamamos hoy nuestra América. De esas consecuencias emerge el hecho evangelizador. Durante el jubileo del año 2000 la República Dominicana presentó la gran cruz que según la tradición fue la primera en América. Lo cierto es que apenas había comenzado el siglo XVIII y ya en Baracoa se había encontrado en medio de las zarzas, de las parras silvestres, otra cruz. La investigadora cubana brillante, experta, Raquel Carreras, probó en su investigación, en su Instituto Forestal de Bélgica, la antigüedad verdadera y probada de aquel leño, la naturaleza de la madera y la insistencia de los peregrinos a lo que fue la ciudad o la aldea primada de Cuba, hoy Patrimonio Nacional, de llevarse una astilla que obligó más tarde a colocar las cantoneras de plata y las guirnaldas de parra que hoy adornan en la Catedral perdida el objeto más preciso, el símbolo de evangelización de la Isla de Cuba. ¿Cómo se efectuó después esa evangelización? Tendríamos que leer el pequeño y maravilloso libro, verdaderamente excepcional, del testimonio del padre Ramón Pané que en las islas pregunta a los indígenas sobre el origen del mundo y sobre el nacimiento de la criatura humana. El río Toa va a ser el escenario de estas cavilaciones; un río cristalino, poderoso en aquel entonces, frecuentemente visitado por los pescadores aborígenes y por las mujeres que como todavía hoy lavan a su orilla y preguntan sobre el nacimiento del mundo, y se les cuenta con asombro una historia que traslada al paraíso terrenal aquellos bosques y más tarde con una ingenuidad digna de la más elevada y homérica filosofía le narran el nacimiento del hombre y la mujer, y el papel que jugó en ello el pájaro Inriri, quiere decir el pájaro carpintero, ya que las criaturas femeninas estaban, según le dijeron, asexuadas. Está chocando la cultura de Occidente y la de nuestra América, y se está produciendo un encuentro tan tremendo que yo, siglos después, llegué al Monasterio de Guadalupe en Extremadura, al lugar a donde fueron llevados aquel grupo de indígenas para que la reina Católica presenciase su bautismo en la pila de aquel monasterio. Sin embargo, Guadalupe que aparece allí es otra, como también sería decepcionante encontrar la Virgen de la Caridad Villezcas en Madrid. La nuestra era otra, el misterio era otro y es que la teología en un cielo nuevo y una tierra nueva, el discurso filosófico y también el humanismo como concepción moderna de defensa de los derechos del hombre se comenzó a encoar en los días de las casas de Montesinos, en los días de Pedro de Rentería y de aquellos predicadores que no pudieron encontrar coexistencia posible entre el evangelio y la encomienda, entre la violencia y la avidez del conquistador y los textos evangélicos. De ahí que esa iglesia que va a implantarse en el Caribe, esa eclesia, esa comunidad, va a ser como afirman los autores una iglesia por y para los españoles, que después tendrá una connotación en la medida en que se mande. Yo hace unas pocas horas estaba en Toro, en el escenario de las leyes nuevas; se mande después de una discusión colosal que tiene lugar en Valladolid a reconocer que el hombre americano tenía un alma humana e inmortal, y que no podía ser sometido a la esclavitud y sí al otro concepto tan importante para la Europa Medieval, Católica y sobre todo española, del Vasallaje a los reyes, aceptado voluntariamente, supuestamente, a partir de un exhorto en el cual la propiedad de los territorios pasaban automáticamente a su majestad católica.
Los autores han entrado de lleno en las bulas papales porque ocurre que este nuevo acontecimiento presumido, pero no imaginado en su alta dimensión, se va a convertir en un problema político y geopolítico inmediatamente, ya que la potencia naval mas desarrollada de Europa era Portugal. Los portugueses habían desarrollado un tipo de nave y un diseño que nos permitía la navegación de altura, y precisamente Colón, casado con la hija del gobernador portugués de una pequeña isla, va a ser uno de los que con los marinos devuelva, demuestre la importante verdad que la carabela suponía, la capacidad de ir y de volver. Todo es simbólico, pero lo cierto es que se había dañado el equilibrio del mundo. Después de presentar su proyecto en distintas partes y haber acudido a príncipes y a Cortes en un momento de euforia y de entusiasmo, que va a preceder un poquito a la expulsión de los judíos que se une a la victoria militar sobre el último reducto del Islam, en la parte de su reducto en el sur de la península, se va a producir la necesidad de apelar al supremo juez. En este caso, el Papa Alejandro VI, nacido en Valencia y que va  conceder un conjunto de bulas, una tras otras. Se dice, en las salas de los mapas, en el Vaticano cuando explican esta historia, el Papa molesto por las continuas reclamaciones del rey de Portugal y de España paso una línea sobre la esfera del globo terráqueo, dividiendo el mundo en dos partes. Esto se consagraría jurídicamente en dos acuerdos: el de Alcovendas y el de Tordecillas. La latitud que marca hoy lo que sería más tarde el imperio del Brasil, sería Portugal y la otra parte España.
A partir de este momento, las prerrogativas llueven sobre los reyes católicos. Está la euforia que con el primer oro que regresa de América, como fruto de la primera explotación de las tierras recién descubiertas, los reyes católicos se envían al papa Alejandro VI para que se pinte de oro el techo de la Basílica de Santa María de Mayor, que era la Basílica Patriarcal del Santo Padre. Al mismo tiempo mandan lingotes de oro para que las bulas llevasen sello de oro y no de plomo, como era costumbre para la Santa Sede. Lo posterior lo explicaran los autores: el choque fue inmenso; la conversión para los aborígenes de Cuba y de otra parte de América difícil hasta que vayan surgiendo en medio del dolor y en medio del inevitable amor que surge de relaciones, al parecer imposible, va surgiendo una nueva naturaleza. Esa nueva naturaleza está en esta sala. Somos así, los cubanos no podemos intentar resolver ahora el problema tratando de prescindir de esto, que en unas pocas letras ha resuelto el más grande de todos los problemas, el alfabeto y el idioma. Solamente en México se hablan más de cuarenta lenguas locales, y me quedo corto, por citar solo a la nueva España, no hablo de Centro América o América del Sur.
Está también la otra realidad, la que surgirá del dolor indígena y del advenimiento de la llamada raza sufrida, los pueblos de África que son traídos en conquistas y evangelizados en cadenas. Pasará mucho tiempo ante que Juan Congo, Antonio Carabalí, Miguel Fula se llamen Morales, Armenteros, Arango, Calderón. En ese mismo momento, en el fondo de su corazón, se está produciendo una transformación infinita. Empieza no un enmascaramiento ni una simulación, sino una identificación entre San Francisco y Orula, entre San Ictóbal  y Agayú, entre nuestra Señora de la Merced y Obatalá, todo el mundo lo sabe; y al mismo tiempo a través el dios de la ingenuidad indígena y los otros cultos aborígenes ceden ante una realidad que no tarda en expresarse.
Hace unos días visitábamos con la Academia  de la Lengua el hato de Barajagua. Sentimos una gran emoción, así me dijo Nancy Morejón y otros amigos, porque es allí donde los indios llevaron la imagen de la Virgen de La Caridad hallada en las cristalinas aguas de la bahía de Nipe, lanzada seguramente desde un buque en apuros según la tradición. Pero llegó a la orilla, en medio del signo capital de nuestra Naturaleza, el ciclón; nunca dejamos de estar metidos en la espiral del ciclón. Lo más importante de la tradición, más allá del relato de la Joven Apolonia, y de lo dicho por los  indios del hato, que llevarán la imagen finalmente a lo alto del Cobre donde están los esclavos del rey, es que los tres Juanes que es la tradición mas raigal, encuentran sobre una barca que no es otra cosa que la Isla de Cuba, a Juan indio, a Juan Negro y A Juan español. Sin esa conjugación, si en ese ciclón de razas, de ideas, de culto, Cuba sería no sólo imposible de imaginar sino enviable para salvarse. Es por eso que la lectura de este libro nos lleva al mestizaje de la sangre y de la cultura. nos lleva a un primer sacerdocio, nos lleva a la conversión del encomendero Bartolomé de las Casas en el más poderoso y grande abogado de los pobres y de los desposeídos, y de los torturados, y de los humildes; y lo lleva nada más y nada menos que simbólicamente a San Cristóbal de las Casas donde termina su vida, en una síntesis entre el nombre de su amigo Cristóbal Colón, el nombre de La Habana, la ciudad en que debió estar en el acto fundacional  primigenio y el nombre amado y sonoro de Cuba.
Es por eso que quisiéramos, limitando a esto mi presentación e invitándolos a una apasionante lectura y a un viaje a través de la historia, invitarlos a ver en esta piedra angular que ellos dos han colocado para una historia que nada más hemos visto a veces desde el punto de vista parcial, a una investigación profunda de nuestra parte, a enseñar esta parte de nuestra historia, sin la cual Cuba es inexplicable. Se le dio como sabemos un nombre efímero, el de Juana, en honor al príncipe Juan que murió pronto. Después se le llama Fernandina de Cuba y luego quedará el nombre sonoro y breve de Cuba; pero en la medida que la conquista  avanza de Oriente a Occidente, va colocando el nombre indio junto al nombre cristiano, y solamente ante la teología mas pura se detiene la posibilidad de este enyuntamiento, Santiago de Cuba, nuestra señora de la Asunción de Baracoa, la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo, San Juan de los Remedios, San Cristóbal de La Habana, Santa María del Puerto del Príncipe del Camaguey. Esa dualidad es la verdad y sobre esa verdad han trabajado los autores del libro. Ahora que hablen ellos. Toda palabra cesa. Nuestra editorial quiere agradecer  al laureado diseñador que aquí se encuentra y que recibirá hoy un gran reconocimiento en ocasión de la Feria del Libro, nuestro querido Masvidal, el diseño de la obra. Debe a Silvana y al taller de Boloña, que preside Pedro Juan, la cura de la obra, y debe a los autores este texto miliar y luminoso, primera parte de una obra que no han acabado todavía.
Muchas gracias.

 

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